ORÍGENES. Nacido bajo la filosofía del “hotel del sí” el 1 de abril de 2014, el Jardí de Ses Bruixes Boutique Hotel ha logrado situarse en tan solo tres años y medio como uno de los mejores establecimientos a nivel nacional.
Ubicado en una casa señorial de principios del siglo XIX que había pertenecido a las familias Mercadal y Sapiña, el proyecto surgió de la idea del arquitecto menorquín Nando Pons, que decidió reconvertir lo que fuera la sede de su antiguo estudio de trabajo con la visión compartida de su mujer, Anja Sánchez-Rodrigo Wickers, profesional de la comunicación y el turismo.
La inversión inicial, correspondiente a la creación del hotel de ocho habitaciones con cafetería y restaurante, fue de 800.000 euros sin contar la adquisición del inmueble, que ya era propiedad del arquitecto. Las obras de reforma dieron como resultado un espacio delicado y lleno de alma en el que la voluntad de sus promotores pretendía en todo momento respetar y mantener los elementos originales del edificio y ponerlos en valor como testigos de la historia arquitectónica de Maó.
“Esta ha sido la esencia de nuestro trabajo, con el propósito que nuestros huéspedes sintiesen que se marchaban con un trozo de la ciudad en sus corazones”, explica Anja Sánchez-Rodrigo, directora del establecimiento. Para garantizar el máximo confort recurrieron a la combinación de elementos modernos, así como la utilización de materiales nobles en el interiorismo, como piedra de marés, maderas y linos. La expectativa generada en su fiesta de inauguración fue de tal magnitud que atrajo a casi mil personas y muy pronto pasó a ser un hotel de referencia para locales pero sobre todo para visitantes, entusiasmados por el hecho de poder alojarse en una antigua casa señorial en pleno centro histórico. Españoles, británicos y franceses se han convertido por orden en sus principales clientes, muchos de ellos repetidores, aunque reciben clientes de medio mundo.
AMPLIACIÓN. El año pasado, Nando y Anja adquirieron dos inmuebles en la misma calle, muy cercanos al actual hotel, por un importe de 550.000 euros, que se sumaron a una inversión aproximada en obras de 1,1 millones de euros para la creación de las ocho nuevas habitaciones de categoría superior del Jardí de Ses Bruixes. Sin embargo, en esta ampliación, la joya de la corona supuso la creación de una zona wellness de 230 metros cuadrados, con el objetivo de proporcionar un valor añadido a los huéspedes. “Lo bautizamos como Illa Spa porque, para nosotros, este nuevo espacio supone una síntesis de lo que significa Menorca: un lugar excavado en la roca en el que los cuatro elementos, el fuego, el agua, la tierra y aire, se hacen presentes a través del hammam, de la sauna, de las piscinas o de las esculturas”, comenta Anja Sánchez-Rodrigo.
Un nuevo servicio pensado más para el invierno que el verano, que les gustaría tuviera el mismo éxito que el brunch que ofrecen en el restaurante situado en el patio interior del primer hotel o los eventos con los que han ido abriendo su establecimiento al público, una iniciativa social a través de la cual se han convertido en un tradicional mercado navideño europeo desde hace cuatro años, un lugar de proyecciones cinematográficas en el marco del Festival de Cine de Menorca o como centro de celebraciones para las numerosas citas empresariales, familiares o benéficas, que se dan cita en este lugar tan singular como mágico.
El último paso lo han dado tras la asunción de la gestión de otro hotel de interior de seis habitaciones en abril del año pasado, Casa Albertí, también situado en el centro histórico de Maó donde se está llevando una reforma integral bajo su supervisión, con el objetivo de llegar a las catorce habitaciones. Por cierto, en todo este tiempo de dar forma al Grupo Ses Bruixes han pasado de una plantilla de tan solo 4 personas a las 20 actuales.
FUTUROS PROYECTOS. Los próximos objetivos del Grupo Ses Bruixes pasan, en primer lugar, por la apertura este 2018 de un nuevo espacio llamado Dalt Ses Bruixes, una sala multifuncional ubicada en una antiguo edificio en el que se fabricaban unos zapatos para niño que se llamaban Bilis, en la calle de la Reina de Maó, donde poder llevar a cabo eventos singulares. “Seguimos con nuestra filosofía de recuperar espacios antiguos y emblemáticos para dinamizar el barrio en el que se encuentra nuestro hotel”, comenta Nando Pons.
El segundo proyecto, mucho más ambicioso, es la recuperación de la vieja fabrica Coda-Codina, un lugar emblemático de la ciudad de 4.000 metros cuadrados donde se fabricaban los tradicionales bolsitos de plata del sector de la bisutería y en el que les gustaría poder abrir un hotel de lujo de treinta y seis suites. Un establecimiento de cinco estrellas complementado con una galería de arte, dos restaurantes y un gran jardín para realizar eventos, entre otros equipamientos. “Un hotel de arte que nos planteamos como legado que nos gustaría dejar a la ciudad, un deseo que esperamos poder hacer realidad en un futuro próximo”, detalla Pons. Pero para poder llevar a cabo este proyecto, explican, hará falta la complicidad de las instituciones y poder reurbanizar todo el sector, construyendo una plaza delante del edificio que permita contemplar la bonita fachada.