Las previsiones económicas del Gobierno para el periodo 2017-2020 nos sitúan, de no producirse ningún acontecimiento interno o externo generador de inestabilidad política, en el mejor de los mundos. Según las estimaciones del gobierno, la economía crecerá en torno al 2,5 % anual (este año puede alcanzar un incremento cercano al 3% del PIB) y se crearán medio millón de empleos cada ejercicio. La tasa de paro se situará en el 11,2 % de la población activa a finales de 2020, alcanzándose ese año los veinte millones de personas ocupadas e igualando la cifra de los años anteriores a la crisis. Asimismo, de confirmarse estas previsiones, al final del periodo nos aproximaremos al equilibrio presupuestario. Para que esto suceda el déficit público deberá reducirse progresivamente del 3,1 % de este año, al 0,5 % en 2020. Paralelamente, la deuda pública puede situarse al final de este periodo en el 92/93 % del PIB.

La pregunta del millón que se debería formular es si estas previsiones del Gobierno son o no creíbles. En unas circunstancias normales y de estabilidad política (se acaban de aprobar las cuentas anuales de 2017 pero, incomprensiblemente, el problema de Cataluña sigue estando muy presente en la vida política española y no se vislumbra ninguna salida que no sea el tan cacareado y nada deseable choque de trenes) es muy posible que sí lo sean, siempre que, igualmente, a nivel internacional no se produzca una variación significativa del precio del petróleo (cosa bastante improbable) y se mantenga la política expansiva y de bajos tipos de interés del BCE, al menos, hasta finales de 2018. Por otra parte, el resultado de las elecciones presidenciales francesas ha contribuido a despejar el futuro de la UE y la más que previsible victoria de la canciller Ángela Merkel el próximo septiembre en Alemania será otro factor positivo que contribuirá a serenar la escena política de la vieja Europa después del varapalo que supuso para el proyecto europeo el éxito del brexit. Precisamente, los efectos negativos de la ruptura del Reino Unido con la UE ya lo empiezan a notar en sus carnes los ciudadanos británicos. Depreciación de la libra esterlina y repunte inflacionista son los primeros síntomas.

Valga decir, por último, que el paseo militar que se presumía Theresa May en las elecciones del próximo 8 de junio en el Reino Unido no puede resultar tan plácido a la vista de cómo está trascurriendo la campaña electoral, donde el laborista Jeremy Corbyn está recuperando terreno a costa de las meteduras de pata de la premier británica. Del resultado de estas elecciones dependerá en gran medida el proceso negociador entre la UE y el Reino Unido que nos concierne a todos.