Aumenta el gasto total, pero disminuye el gasto por turista. Así llevamos desde 2004. Un 30% de disminución desde esa fecha. Y cuanto más rápido es el ritmo de crecimiento en el número de turistas, más se acelera la cadencia hacia un menor gasto, con la lógica conclusión de que son los nuevos turistas, que gastan mucho menos, los que tiran hacia abajo del gasto medio.
¿Nos interesa seguir así?
Ya han empezado movimientos para discutir sobre el exceso de turismo: alcaldes italianos que piden ayuda o limitan el número de visitantes, políticos españoles, la alcaldesa de Barcelona, el presidente del Consell Insular d'Eivissa, o el consejero de Turismo del Cabildo de Tenerife, que advierten de las limitaciones de sus territorios para hacer frente a las mayores necesidades o, y esto si es una novedad, el concejal de Cambridge que ha acuñado la expresión “polución turística” el día después de que por la ciudad universitaria pasaran 140.000 personas, muchas de ellas chinos que la han incluido en su tour europeo.
Ya va siendo hora de que este tema se pueda discutir abiertamente sin que unos sean acusados por los otros de ir en contra del turismo o los otros de cargarse la naturaleza.
Sobra cabida para cien millones de turistas, las infraestructuras lo permiten, aunque algunos aeropuertos como el de Palma ya no dan abasto muchos días y la inversión en el mantenimiento de las carreteras es la menor de los últimos veinte años. Las compañías aéreas tienen disponibilidad y las plataformas como Airbnb han colocado en el mercado cientos de miles de nuevas plazas, pero ¿tenemos recursos naturales suficientes ¿Habrá agua potable suficiente?
Es urgente llevar a cabo estudios de capacidad de carga, tanto a nivel nacional como en los principales destinos, que nos ayuden a resolver esas dudas.
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