Las empresas españolas parecen valorar mucho la fidelidad y el empeño demostrado por los trabajadores y no tanto los resultados. Todos tenemos algún amigo que ha trabajado en el norte de Europa que no acaba de entender la cultura laboral española. En nuestro país se controla con verdadera obsesión el cumplimiento de los horarios laborales valorándose muy positivamente el quedarse a trabajar más tiempo del acordado. Por el contrario, en muchas ocasiones existe un claro desconocimiento de las funciones u objetivos semanales o mensuales que tiene cada trabajador. Esta situación contrasta con la de otros países europeos que cuidan más la definición de las funciones y objetivos a alcanzar por cada unidad de trabajo, premiando la obtención de los resultados acordados independientemente del tiempo utilizado.
La encuesta anteriormente citada nos dice que el salario medio de un español con contrato indefinido en una empresa de más de 10 trabajadores es de 27.204 euros anuales (en 2012), dato que contrasta con los más de 60.000 euros cobrados por un trabajador danés, los 48.287 de un holandés, 43.848 de un finlandés o los 43.300 de un alemán. Por el contrario, en la cola de dicha lista se encuentran los rumanos (6.146 euros), búlgaros (4.688) y no muy lejos los checos con 11.244 €.
En la lógica española los que más cobran deberían ser los “más trabajadores”, los que más tiempo dedican a la empresa. Sin embargo, la misma encuesta anterior mide la jornada laboral media de dichos trabajadores obteniendo una casi perfecta correlación inversa. Los que menos trabajan en Europa son los holandeses con solo 30,0 horas semanales, luego los daneses 33,6 horas y los alemanes 35,3 horas. La media europea es de 37,2 horas y en España se trabajan 38 horas semanales. Por el contrario, los que más trabajan son los griegos (42 horas semanales), los búlgaros (40,7), polacos y eslovacos (40,7) y los checos y rumanos (40,1).
El problema español es organizativo. En muchas empresas (y en la administración pública) no se definen claramente los objetivos y las responsabilidades de los diferentes equipos de trabajo. De esta forma, es imposible ligar productividad con puestos de trabajo ya que las obligaciones y resultados se difuminan en las organizaciones, haciendo imposible identificar quién cumple o incumple sus objetivos. Si esto ocurre es muy difícil ligar la remuneración salarial a dicha variable como se pretendía con la última reforma laboral. Se nos olvida que el objetivo del trabajador debe ser producir y no pasar horas en la empresa. En otros países parecen tener las ideas más claras a la hora de organizar el trabajo y consiguen algo que parece mágico: trabajar mucho menos y ganar mucho más.
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