Lo primero que llama la atención de esta novela es que la escribe un tipo de Badajoz y la sitúa en lo más profundo del Estado de Kansas, en un condado que parece conocer al milímetro, aunque quizá sólo se haya guiado por Google Street. Desde la primera línea el lector es capaz de visualizar todo lo que narra, porque el protagonista, un engreído psicólogo que trabaja en el FBI, lo cuenta en primera persona con una gran cercanía, haciéndonos partícipes de sus miedos, neuras y fracasos y aún así sigue resultando un chulito de gran ciudad, como él mismo dice. El resto es la trama típica de una serie de televisión (quizá aspira a vender los derechos) trepidante: la tranquila vida del condado de Jefferson se ve alterada cuando aparece junto al lago el cadáver de una chica de 18 años, aún virgen. El sheriff local y su equipo se ven desbordados y todo estalla cuando, siete días después, aparece un segundo cadáver. Dos crímenes que guardan similitud con otro inquietante asesinato ocurrido hace casi dos décadas. La falta de medios y de pruebas les hace pedir la intervención de los federales, que envían a un equipo peculiar encabezado por la estrella emergente Ethan Bush, el agente especial novato, pero muy inteligente, que ha ganado fama trazando perfiles psicológicos. La novela es ágil, está bien narrada y promete una sorpresa final que resulta bastante descafeinada. El autor abusa del perfil atormentado del protagonista, que le lleva a cometer errores que en la vida real serían inadmisibles en un profesional. En resumen, un libro perfecto para pasar el rato y, sobre todo, para amantes de CSI y similares. Su autor viene del universo de la autoedición de libros electrónicos, donde ha vendido medio millón de copias, seguramente por su dominio del márketing y por el ridículo precio de estas obras. Es uno de esos escritores actuales que pare 30 libros al año, para mantener a un público poco exigente bien alimentado.
La Biblioteca
Como una serie
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