La icónica iglesia de Sant Joan se llenó con los feligreses que acudieron desde toda la isla a la misa, así como diferentes autoridades como el presidente del Consell d'Eivissa, Vicent Torres, la vicepresidenta Marta Díaz, el director general de Turismo, Vicente Torres ‘Benet', el alcalde de Sant Joan, Antoni Marí ‘Carraca', el de Santa Eulària, Vicent Marí, el de Sant Josep, Josep Marí Ribas ‘Agustinet' o el senador Santi Marí, entre otros.
Al acabar la ceremonia religiosa, el Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen María y Sant Vicent encabezados por Sant Joan salieron en procesión, portados por vecinos de todas las edades, por las calles del núcleo urbano de la localidad. Este año, como novedad, acompañaba a los santos un gigante ataviado de payesa que hicieron en la escoleta de Sant Llorenç hace cuatro años en Carnaval. La comisión de fiestas de Sant Joan, tal como explicó uno de sus componentes, Jaume Cullell, decidió incorporarla este año aunque, tras comprobar que su estructura se desmontaba durante la procesión, han decidido que para el año que viene reforzarán los pies, las manos y la cabeza del gigante y le confeccionarán un vestido nuevo como el que llevaban antiguamente las payesas a diario.
Mientras tanto, los vecinos y visitantes que se acercaron hasta la plaza de la iglesia empezaron a agruparse frente al templo en busca de un trozo de sombra de los árboles y a la espera de tomar algo fresco para soportar las altas temperaturas. Entre ellos, un grupo de amigos formado por Mariano Riera, Vicent Ferrer y Toni Riera, venidos de Sant Mateu y Puig d'en Valls, invitados por su amigo Toni Escandell que tiene por costumbre organizar una comida cada 24 de junio con amigos y familiares. Una comida de Sant Joan que también organizaron las vecinas Catalina y Eulari Torres y Cati Marí, de sa Cala donde no faltaron los tradicionales macarrones de Sant Joan como todos los años.
La festividad de Sant Joan logró contagiar no solo a los nacidos en la isla sino a otros turistas como Marie, una francesa que veranea desde hace 50 años en la localidad pero que este año asistía por primera vez a la fiesta al haberse jubilado y liberado de sus obligaciones profesionales. Cámara en mano, observaba atentamente toda la liturgia de la fiesta como una payesa más para admirar las costumbres de «la Ibiza auténtica, la del norte».
Una parte de la isla frecuentada, por otra parte, por algunos de los personajes más excéntricos de Ibiza que se dan cita todos los domingos en el mercadillo de Sant Joan y que tampoco quisieron perderse el día grande. Es el caso de Pipi Sol, una mujer vestida de blanco, mantilla y un llamativo sombrero que alabó las bondades del santo que ayer se celebraba por sus propiedades curativas para lo que ella define como «desprogramar enfermedades». «Le tengo mucha fe a San Juan, es el mejor santo para curar porque el fue el que bautizó a Jesús y porque el fuego disuelve cualquier calamidad», aseguraba con una sonrisa acompañada de un gran ramo de flores.
El broche de oro a los actos festivos de la mañana lo pusieron los componentes de la colla Labritja que, ataviados con sus tradicionales trajes de payeses, hicieron gala de su profesionalidad aguantando las altas temperaturas y ofrecieron una completa muestra de ball pagès ibicenco mientras el público probaba los tradicionales orelletes y bunyols.
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