La Eivissa de la década de los 60 es la de la isla mitificada de la que después se ha vivido durante tanto tiempo y la construyeron precisamente personajes peculiares que acudieron a la isla por distintas circunstancias, como Elmyr, valora en el mismo sentido el escritor Carles Fabregat.
Una ‘isla refugio' que todavía era muy pobre y donde apenas había restaurantes, boutiques o discotecas y donde todo el mundo se conocía. Ese fue el lugar al que llegó el pintor. «La sociedad ibicenca observaba la llegada de estos personajes aceptándola, intentando comprender sus realidades y cómo se expresaban porque Ibiza recogió con cariño todo lo que llegaba de fuera siempre que no alterase la conducta social o moral de la época», revive el empresario y coleccionista ibicenco Pepe Roselló.
Una isla todavía marcada por la represión moral y política, sobre todo en el ámbito de las costumbres en la que la prohibición de la música mostraba las heridas del régimen y lo político.
La realidad fue cambiando poco a poco y los hippies llenando la isla con su presencia, sus actividades, sus fiestas y su alegría. También llegaron los artistas, la aristocracia, los rostros conocidos y, por supuesto, los turistas. «Elmyr recibió encantado a los hippies, pues se trataba de gente joven, guapa, educada y muchos de ellos universitarios que recibían una transferencia económica cada mes», según Martorell.
Y asegura el conocido relaciones públicas que a Elmyr «le encantaba esa atronadora vida social que estaba naciendo en Eivissa y sus fiestas». Eran habituales las reuniones en la casa del pintor donde se podía encontrar desde a Ursula Andress a John Derek o Bo Derek. Y es que aseguran los que le conocieron, como Roselló o Martorell, que Elmyr fue un personaje aceptado en todos los medios sociales y culturales de la isla por sus habilidades sociales y por su control de la escena.
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