Carecen de los recursos que disponen las grandes editoriales pero su fortaleza reside en el mimo que dedican a sus publicaciones, el trato con el escritor y la proximidad con el lector. Son sellos independientes que han brotado en tiempos convulsos para el sector. Cuando desapareció Xicra Edicions, Pau Castanyer nunca pensó en abandonar, sino en cómo mejorar. Impulsó Edicions del Despropòsit. «Hay que reinventar el mundo editorial, acercarse a los lectores y publicar cosas con una línea personal en la que los editores se impliquen y no sean meros intermediarios entre el autor y la imprenta», precisa.
Es necesario, según Castanyer, que el libro «recupere un valor como objeto, que la gente vea el trabajo que hay detrás y que no sea la novedad de Random House, que te viene de no sabes dónde y caen en las librerías como piedras. ¡Pam! 40 ejemplares. Son éxitos antes de que se hayan vendido».
Cati Moyà y Elena Deleyto coincidieron en un máster de escritura en Barcelona. Una, de Lloseta; la otra, de Zaragoza. Nadie las leía y se les ocurrió publicar un volumen con un tema en común junto a ocho compañeros. Diez fracasados fue un «éxito» en Sant Jordi. Tras la experiencia engendraron Garbuix, que nació hace apenas un año «para dar cabida a autores jóvenes», como ellas, «que no encuentran su lugar», aclara Moyà. «Hasta ahora hemos tenido suerte al salir en bastantes medios», responde la editora a la cuestión de la visibilidad, una de las trabas más comunes, como la de la distribución. «Vamos librería por librería, con los títulos en la mochila».
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