Muchachito Bombo Infierno es el alter ego de Jairo Perera Viedma, un catalán con alma rumbera nacido en la localidad barcelonesa de Santa Coloma de Gramenet en 1975 que destila lo que se conoce como «buen rollo». Durante la entrevista no pierde la sonrisa ni siquiera cuando comenta sus momentos «chungos» o cuando habla de «temas serios» como la educación o la sanidad. Una filosofía vital que transmite a las canciones que se podrán escuchar esta noche en Las Dalias a partir de las 22,00 horas.
—¿Quién es Muchachito Bombo Infierno?
—Pues un degenerado, la parte seria de Jairo. Es un amante de la rumba que desde los seis años ya tenía claro que quería ser guitarrista y que creció imitando a Peret, Gato Pérez o Michael Jackson.
—Nació en Santa Coloma de Gramenet. ¿Eso se lleva en la sangre?
—En parte sí. Somos nacionalistas de nuestro barrio. Somos una especie aparte ya que siempre hemos recogido gente inmigrante. Hace 70 años eran andaluces y ahora marroquíes, chinos y de Sudamérica. Y eso al final es bueno para todos.
—¿Y de dónde viene el nombre?
—Muchachito comienza en 1993 a raíz de una banda que se llamaba Trimelón de Naranjus donde yo hacía un número mejicano en el que cantaba literalmente entre malabares de machetes la canción de El Charro y mi compadre El Melón me quitaba los pelos del pecho al presentarme.
—Vaya inicios...
—Sí. Estuve con ellos diez años hasta que inicié una carrera en solitario en los bares con el mismo nombre pensando que nunca me haría mayor.
—Me imagino que fueron grandes momentos.
—Sí, fueron cuatro años sobre todo de gran libertad, de poder comer de la música sin ser conocido. Algo que es todo un privilegio.
—¿No era difícil el día a día?
—Bueno un poco, pero me salían bolos casi por casualidad. Conseguía conciertos al ir a comprar el pan o, por ejemplo, cuando mi pescadero me pedía una estrofa para enamorar a una chica. Digamos que me he hecho en la calle.
—¿Y ahora?
—He ido evolucionando. Muchachito se ha convertido en mi alter ego y aquí seguimos sobreviviendo como podemos. Fijate que de unos conciertos en bares nos salió una gira por Brasil, Argentina, Italia y ahora por toda España, incluyendo el concierto de hoy de Eivissa.
—Entonces, ¿cómo define su música?
—Es estar bien con los amigos. Escribo para entenderme a mi mismo pero siempre desde un punto de vista positivo.
—Buena filosofía.
—Sí. Aunque tambien he de decir que las canciones más masocas son las que más gustan. Sin embargo sigo pensando que hay ver la vida de forma positiva porque ya hay demasiadas cosas malas en el mundo como para ir lamentándose constantemente. La alegría y el buen humor hay que llevarlos siempre a cuestas. Soy un humanista al que le gusta mucho la gente y un privilegiado por hacer lo que hago.
—Has tocado con los más grandes de la rumba. ¿Con quién se queda?
—He tenido la suerte de tocar con Los Delinqüentes, Raimundo Amador, Kiko Veneno o Peret y poderles llamar compañeros. Kiko es nuestro maestro y Peret es nuestro rey, no Felipe VI. Y si un día tuviera despacho tendría una foto suya.
—Hay quien dice que es cómo un trovador del siglo XXI..
—Dejemoslo en trovador. Porque hay cosas del siglo XXI que aún me cuestan. No me manejo bien con las nuevas tecnologías. Prefiero mi guitarra y presentarme en persona antes que el Facebook o el Twitter.
—¿Y como ve ahora la música?
—Chungo pero no más que otros sectores. No tenemos derecho a quejarnos porque hay cosas que están peor como la sanidad o la educación y que son mucho más necesarias para vivir que la música. La música es algo del pueblo pero no es algo básico.
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