Al ritmo de la lluvia de estrellas de las noches de agosto, Julio Llamazares reflexiona sobre la fugacidad de la vida y la melancolía en «Las lágrimas de San Lorenzo», una novela cuyo personaje central comparte algo fundamental con el escritor: el sentimiento de extranjería.
«Cada vez me siento más extranjero en mi propio país y en todos los sitios. La memoria es la única patria de las personas que, como yo, hemos renunciado a todas», afirmaba hoy Llamazares en una entrevista con Efe, en la que comentaba las claves de su nueva novela, publicada por Alfaguara.
Hace ya 25 años que Llamazares (Vegamián, León, 1955) publicó «La lluvia amarilla», uno de sus títulos esenciales y con el que la nueva novela comparte «el enfrentamiento entre la memoria y el olvido y el efecto destructor del tiempo».
Aunque, en realidad, ese enfrentamiento es un elemento constante en toda la obra de este escritor que deja claro desde el principio que él no escribe «para entretener a nadie, aunque tampoco para aburrir».
«Escribo para hacer pensar. La literatura tiene que dar calambre y conmover al lector. Y, como el arte, te tiene que provocar un chispazo que remueva algo dentro de ti», asegura este autor que ha cultivado todos los géneros literarios, desde la poesía y la literatura de viaje, hasta la novela, el relato, la crónica y el guion cinematográfico.
Su nueva novela, explica en su casa de Madrid, tiene que ver con el hecho de que él ha sido hijo «durante muchos años» y con que la paternidad le llegó pasados los cuarenta.
A raíz de ser padre empezó a hacer cosas que no practicaba desde hacía mucho tiempo, «como bañarse en un río de montaña de aguas heladas» o llevar a su hijo «a ver la lluvia de estrellas en verano». Y, «seguramente, en una de esas noches» se le ocurrió la novela.
«Las lágrimas de San Lorenzo» está protagonizada por un profesor de universidad que ha recorrido media Europa sin echar raíces en ningún país, y que regresa a Ibiza, donde pasó sus mejores años, para presenciar junto con su hijo la lluvia de estrellas de la noche de San Lorenzo.
El paso del tiempo es el eje central de esta novela que «habla de cómo las personas somos estrellas fugaces que pasamos por la vida y que desaparecemos dejando un mínimo rastro en la mirada de los que nos siguen recordando», añade el autor de «Luna de lobos», «Escenas de cine mudo» y «El cielo de Madrid».
El espectáculo de las estrellas fugaces le da pie al narrador a recordar los paraísos e infiernos perdidos y las distintas etapas de su vida, desde aquel tiempo feliz de la infancia «en el que el miedo aún no existía», hasta la época actual, en la que el paso del tiempo preocupa, y mucho.
«El tiempo nunca retorna y esa es la razón de la melancolía del hombre», escribe Llamazares en su nuevo libro, en cuyas páginas también anida la melancolía, ese «sentimiento que te van dejando las pérdidas, ya sean personales o colectivas», añade el escritor, que ha trufado todos esos recuerdos «con mucha imaginación».
La isla de Eivissa es otra protagonista de «Las lágrimas de San Lorenzo». Es una tierra que Llamazares ha frecuentado y que le «apasiona». «Es la imagen más próxima» que conoce del paraíso.
«La gente que vive en Eivissa -no los turistas- tiene una forma de afrontar la vida que no guarda relación con cualquier otra. Esa isla es una metáfora de todos esos espacios en los que el tiempo corre de otra manera», comenta el escritor.
Llamazares ha procurado que el lector, cuando avance en la novela, «se sienta realmente en un lugar perdido de la Isla, viendo las estrellas, oliendo y tocando lo que tiene alrededor, oyendo el rumor del mar». Y lo consigue.
Los versos de Catulo, Homero y Paul Celan que Llamazares cita en su nueva novela «no son homenajes gratuitos sino que tienen que ver con el tuétano del libro».
«Por muy pretenciosos que sean, los escritores no son más que gotas de agua en el largo río de la literatura. Lo poco o mucho que soy se lo debo a la gente con la que me crié, a la educación que recibí y a los escritores que me han influido, entre ellos los que cito en este libro», asegura.
El protagonista de «Las lágrimas de San Lorenzo» escribe su propia novela, aunque sabe que la escritura difícilmente sirve «para iluminar la vida y la oscuridad del mundo».
«La literatura puede servir de consuelo o de todo lo contrario. Para mí ha sido fundamental», apostilla Llamazares. «No sé que hubiera sido mi vida sin la escritura; la literatura es mi manera de estar solo y de ser yo sin tener que engañar a nadie ni dar explicaciones a nadie».
«He sido medianamente feliz gracias a la literatura», concluye.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.