La película italiana Eighteen Years Later, primer trabajo de Edoardo Leo, fue ayer la gran triunfadora, con cinco Falcons d'Or, de la cuarta edición del Ibiza Film Festival (IFF), cuya gala de clausura se celebró ayer en el Palau de Congresso de Santa Eulària. Una cinta que se alzó con los premios a la mejor película, mejor director, mejor actor, mejor actriz y mejor guión. Los tres premios restantes (mejor actor de reparto, mejor fotografía y mejor banda sonora) fueron para la película inglesa Rebels Whitout a Clue, de Ian Vernon.
Los premios especiales del palmares fueron para Boogie Woogie, de Duncan Ward (premio del público), Backyard, de Carlos Herrera (premio Independent Spirit), el oscarizado fotógrafo Ronnie Taylor (premio a toda una carrera) y la Academia de Cine de España (premio Vicente Ribas a la promoción del séptimo arte), que recogió su director Àlex de la Iglesia, quien hizo una encendida defensa del festival ibicenco, apostando por su continuidad.
La gala, conducida con buen hacer y sentido del humor por Daniela de Àngel y Ricard Sales, contó con la presencia de representantes del Govern balear, del Consell d'Eivissa y del Ayuntamiento de Santa Eulària, así como un buen número de cinéfilos e invitados, que aplaudieron con ganas la entrega de premios y los comentarios más o menos entretenidos de algunos galardonados e invitados. También llamó gratamente la atención el impactante espectáculo que Marco Carniti ofreció contra los recortes que la cultura está sufriendo en Europa por mor de la crisis; y la presencia de la actriz Jacqueline Bisset, presidenta del jurado, quien fue la auténtica reina de la noche y a la que muchos de los caballeros (empezando por Àlex de la Iglesia) le ofrecieron su amor.
El momento más emotivo de la velada lo protagonizo el fotógrafo Ronnie Taylor, Oscar a la mejor fotografía por Gandhi, de la que pasaron un trailer de su impresionante entierro. Taylor se emocionó al recordar las dificultades del rodaje de la escena, en la que participaron 750.000 personas, con una sola toma sin interrupciones.
En cuanto al momento chusco de la gala, se lo ganó a pulso la inclasificable actriz Ana Obregón, quien al entregar a Edoardo Leo el premio al mejor actor, chupó toda la cámara posible sin dejar apenas que el italiano diera las gracias. Un excesivo protagonismo por su parte (como ya había tenido antes, en la sesión de Photo-Call) que hizo que el presentador, Ricard Sales, dijera que si alguna vez recibía un premio esperaba que no se lo entregara ella, embutida en un llamativo modelito rojo de Charo Ruiz; y encantada de conocerse, por supuesto.
Anécdotas aparte, el golpe de efecto de la noche fue para el espectáculo del director de escena italiano Marco Carniti, como apuntamos, quien, mediante panfletos que lanzó un actor al público asistente, volvió a insistir en el argumento que ofreció al principio del festival: «La cultura es cara, pero la incultura resulta mucho más cara». Una protesta ética y estética bien oportuna hoy.

Àlex de la Iglesia: «Consellera, trate bien a la gente de este festival»
Àlex de la Iglesia, presidente de la Academia de Cine de España, tuvo ayer un protagonismo especial en la gala de clausura del Ibiza Film Festival (IFF). Su defensa del certamen fue todo un espaldarazo de ánimos al equipo que dirige Xavier Benlloch. Así, el cinesta pidió que el festival «creciera en condiciones, que llegue a ser muy grande, como merece, y con buenas películas». Elogió a Eivissa como marco ideal para un festival de cine, «complementario a tantos otros encantos que nos empuja a volver siempre a esta isla». Y, dirigiéndose a la consellera de Turismo, Pepa Marí, que entregó uno de los premios, le pidió: «Consellera, trate bien a la gente de este festival».
Asimismo, el director de La Comunidad, agradeció el premio a la Academia, a la que comparó con el IFF, en cuanto a «que en ambos casos somos capaces de hacer mucho con un presupuesto bien escaso»; gratitud que extendió al equipo de su junta directiva.
Y como broche a su intervención, Àlex de la Iglesia se confesó rendido admirador de Jacqueline Bisset, y le sóltó con su mejor sonrisa: «Ante usted sólo puedo arrodillarme, sin más»; seguido de un sonoro «Jacqueline, I love you», que hizo las delicias de la actriz norteamericana y provocó uno de los aplausos más cálidos de una velada en la que la Bisset brilló con encantadora luz propia.