El escritor granadino Francisco Ayala, considerado decano de las Letras españolas y único autor todavía con vida de la Generación del 27, falleció ayer a los 103 años en su domicilio de Madrid. Académico de la Real Academia Española, Ayala recibió el Premio Cervantes en 1991 y el Príncipe de Asturias de las Letras en 1998, entre otras distinciones.

Publicó su primera novela, Tragicomedia de un hombre sin espíritu, con sólo 19 años. Desde entonces hasta la actualidad, escribió decenas de obras, novelas, estudios y ensayos - sobre todo de jurisprudencia y sociología-, así como traducciones de escritores de la talla de Thomas Mann, Rainer Maria Rilke o Alberto Moravia. Ayala es visto como un precursor de la renovación de la prosa española de vanguardia y su obra está considerada clave en el estudio de la memoria histórica española y de los intelectuales en el exilio.

Los usurpadores, La cabeza del cordero (ambas de 1949), Muertes de perro (1958), El jardín de las delicias (1971) o Recuerdos y olvidos (1982) son algunas de sus obras, claves de la literatura española contemporánea. Ayala, que dispone también de un perfil público en la popular red social Facebook, también está considerado un pionero en el uso de las nuevas tecnologías al empezar a usar el ordenador en 1985.

En los últimos años se han multiplicado los reconocimientos en su nombre, como la recepción de la medalla de oro de la Sociedad General de Autores (SGAE) y la declaración de hijo predilecto por Granada, además de celebrarse en el 2006 el año de su centenario.

Doctor en Derecho por la Universidad de Madrid en 1931, Francisco Ayala trabajó para el Estado en la Segunda República y se exilió tras la guerra civil, viviendo primero en Buenos Aires y desde 1956 en Nueva York, donde fue profesor de literatura en universidades como Princeton.

Aunque desde la década de 1960 viajaba a Madrid ocasionalmente, no volvió a fijar su residencia en España hasta 1980.

La noticia de la pérdida del décano de las Letras españolas fue recibida ayer con sentidas manifestaciones de dolor por parte de los principales estamentos culturales, sociales y políticos del país.

Cuando a Francisco Ayala se le preguntaba cuál era el secreto de su extraordinaria longevidad, siempre sonreía con malicia, y nunca quería decir, como sostiene la leyenda, si se debía al whisky o a la miel.

Pero lo cierto es que la esposa y compañera del escritor, la hispanista estadounidense Carolyn Richmond, afirmaba el pasado marzo, en una entrevista con Efe con motivo de los 103 años del escritor granadino, que había consumido «dieciséis kilogramos de miel».

«Toma miel tres veces al día», decía Richmond, y cada vez que cumplía años la casa se les llenaba de botellas de whisky y de miel. «Las primeras las comparte con sus amigos y de los segundos se encarga él solo de dar buena cuenta».