GUILLERMO ROMANÍ

Lleva tantos años viviendo en Formentera que es parte de la isla, y ha devuelto a la isla mucho de lo que le ha dado. Diki es, para muchos, el último de los hippies que llegaron hace décadas. Vive en la zona de es Cap de Barbaria, tan amplia como difusa, su vivienda es pequeña y carece, o al menos hasta hace poco carecía de agua y electricidad, pero Diki no se queja, nunca se queja, abre sus ojos que de tan azules parecen glaucos y coge una madera y la esculpe, la talla, la vence, le da vida.

Porque lo de Diki es jugar y crear con la madera, de sabina principalmente pero no hace ascos a otros materiales, la seducción es lo que cuenta y de esas maderas, olorosas, ligeramente aceitosas Diki extrae pasión, dolor, horror, misterio y seducción. Una figura solitaria con tres clavos hendidos sobre la cabeza impactan al espectador, porque a pesar de que sus ojos parezcan salidos de una calabaza de Halloween, hay mucho más detrás del trabajo y la idea, y en otros casos el autor nos deja cansados con tallas en las que uno de los personajes no llega a tiempo, no está a la altura y el espectador es consciente del sacrificio del intentar algo ya imposible.

Luego están las formas, las composiciones indiscernibles para el ojo profano que el autor explica con toda sencillez y naturalidad, finalmente todo se resume en que la obra la sugirió la propia madera, todo lo contrario de lo que hacían los escultores del Renacimiento, como Miquel Àngel, se enfrentaban a bloques cuadrados de mármol y debían pensar qué hacer con ellos; en el caso de Diki es lo contrario, con una madera con formas más o menos tortuosas qué puedo extraer se pregunta a diario.

La exposición permanecerá abierta en la Sala d'Exposicions de l'Ajuntament Vell en horario matutino, de 11 a 14 horas hasta el próximo sábado 1 de agosto.