J. HERRANZ

Continúa el misterio sobre el origen de la inscripción hebrea descubierta en 2003 en la base del baluarte de Sant Jordi, que según informó ayer a este periódico la historiadora ibicenca Neus Escandell fue realizada por un ibicenco en 2000, por la noche y con un punzón; aunque no desveló su nombre, porque prometió no hacerlo.

En opinión del director del Museu Arqueològic, Jordi Fernández, quien la vio en 2003 en compañía del policía local que descubrió la inscripción, el tema no está claro: «A mí me extrañaría que fuera una cosa reciente, pero no me atrevo a decir más; aunque muy antiguo tampoco puede ser, pues si te fijas en el corte de las líneas, no tienen líquenes. Y en el transcurso de los años, sobre todo en una cara húmeda como ésa, las letras se rellenarían parcialmente de líquenes, y me pareció bastante limpio, excesivamente limpio», precisó.

También le pareció dudoso de que pudiera haber sido hecho por una persona en una noche, «porque por la altura de la inscripción tienes que meterte en serio. Además, tiene que haberlo hecho alguien con conocimientos de hebreo», precisó Fernández, quien en 2003 consultó el caso con una amiga del departamento de Hebraicas de la Universidad de Barcelona y le informó «que era una inscripción extraña, porque había cosas que no eran lógicas que existieran».

Por su parte, el Ayuntamiento de Eivissa, responsable de las murallas renacentistas de Dalt Vila, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999, no se pronunció ayer sobre lo apuntado por la historiadora ibicenca, aunque fue requerido a ello por este periódico. Ni, de momento, tampoco hubo aclaración alguna en otras instancias y personas preguntadas al efecto.