Un montaje sobre el antes y el después de la torre tras los arreglos.

GUILLERMO ROMANI

Una veintena de personas desafiaron ayer al mal tiempo y tras reunirse en la casona de Can Marroig recorrieron un largo camino hasta llegar a la torre de la Gavina para celebrar su rehabilitación. Las explicaciones técnicas corrieron a cargo de Marià Castelló, autor del proyecto y director de los trabajos de conservación de la torre que estaba en muy mal estado. Los trabajos fueron encargados por el entonces Consell Insular d'Eivissa i Formentera, y la actual consellera de Patrimoni de Formentera, Sònia Cardona, no ocultaba ayer su satisfacción por la culminación de un proceso que ha durado más de un año.

«A diferencia de otras actuaciones realizadas en torres de defensa de la misma tipología en Eivissa y Formentera, en las cuales prima el concepto de reconstrucción del modelo original -señaló Marià Castelló-, en este caso la intervención propuesta se fundamenta en la conservación ya que lo más importante es reducir la intervención a los aspectos más imprescindibles que garanticen la integridad global del monumento, pero permitiendo que manifieste todo cuanto el tiempo le ha conferido, perpetuando su carácter y su identidad».

En este sentido se han utilizado, siempre que las condiciones presupuestarias lo han permitido, los mismos materiales y sistemas constructivos originales.

Sólo se han reconstruido aquellos elementos imprescindibles para su correcta utilización y funcionamiento del edificio, y para hacerlo se buscaron referencias y comparaciones con las torres de defensa pitiusas en las que las intervenciones habían sido menos agresivas. Ello explica que no se haya reproducido la garita, «ya que no existe ningún ejemplo original que se haya conservado en la actualidad, ni la cartografía de la que se dispone es suficientemente precisa para su reproducción», señaló el arquitecto.

Análisis histórico

La torre de la Gavina forma parte de un complejo de 14 atalayas de defensa que se levantan en el perímtero de las Pitiüses entre los siglos XVI y XVIII como consecuencia de un contexto de elevada inseguridad por parte de lpos pobladores de ambas islas frente a los ataques marítimos que inicialmente provenían de los otomanos y piratas berberescos y posteriormente de las escuadras inglesas, francesas y holandesas.