Bettina Blohm ante varios grabados de la serie realizada en Eivissa, incluida en la exposición que presenta hasta julio en el Espacio Micus. Foto: LINA MICUS

JULIO HERRANZ

«Sigo la tradición modernista. Alguien me dijo que era de la tercera generación del expresionismo abstracto. Creo que el lenguaje formal todavía es relevante y tiene cosas que decir. En las mejores obras del expresionismo abstracto existe una unidad entre el acto de pintar y su sentimiento hacia el mundo». Con estas palabras Bettina Blohm resumió de alguna forma su filosofía creativa. Una amplia muestra de la cual puede disfrutarse hasta el próximo julio en el Espacio Micus (ctera. Jesús-Cala Llonga, Km 3: domingos, de 11 a 14 horas, y previa cita: 971 191923).

La exposición reúne una 50 obras, la mayoría de formato pequeño, incluida una serie de grabados de seis dibujos realizados durante unas vacaciones en Eivissa de esta pintora alemana, cuya conexión con la familia Micus es que su agente artístico es el mismo que el del malogrado Eduard Micus. «También trabaja en Alemania con algunas de las galerías con las que yo trabajo. Además, un museo que tiene obra de mi padre también ha comprado obra suya», explicó a este periódico Katja Micus.

Junto con la tradición modernista y el expresionismo abstracto, la pintura de Bettina Blohm tiene claras resonancias del arte oriental. «Mi primer encuentro con el arte asiático fue en 1982 en Londres, en una exposición en la Royal Academy. Algunas imágenes respondía a mi búsqueda de la abstracción en la figuración. Como el arte asiático nunca se preocupó mucho de imitar a la naturaleza, sus artistas han desarrollado una gran libertad individual y expresividad en sus gestos», afirmó la artista, quien también se reconoció influida por el colorido y las formas de Mattisse. «Para mí fue el mejor pintor del siglo XX; ningún otro alcanzó su enorme talla. Me encanta su colorido, por supuesto, pero también la variedad de sus soluciones formales, su manera de situar el motivo en el lienzo, y cómo cada una de sus formas están vivas. Su pintura es realmente compleja, aunque parezca simple».

Bettina Blohm estudió Bellas Artes en Munich, ampliando su formación en los Estados Unidos, donde pasó largas temporadas, hasta que en 2003 adquirió la nacionalidad norteamericana. «Por haber crecido en Europa podía tener un fuerte sentimiento hacia la pintura como un medio con una larga historia detrás. Pero sólo fui consciente de la cultura europea, alemana en mi caso, cuando me instalé en Estados Unidos. Como europea puedo tener un sentido claro de la naturaleza precaria del mundo. La vida no es blanco y negro, tiene zonas grises. Me encantó Nueva York en cuanto la conocí. Me sedujeron de inmediato el nervio y el caos de la ciudad. También que allí la mujer son tratadas de igual a igual con el hombre; y tener la sensación de que uno aún puede añadir algo a la historia del arte. Hoy siento que soy una combinación de ambos mundos, entre los que me muevo muy bien».

Aunque Blohm es crítica con el lado excesivamente venal del mundillo artístico: «Como dice un amigo mío, los artistas actuales son como caballos de carreras; una y otra vez son destruidos por la excesiva comercialización de sus trabajos. Es un problema fundamental en el arte americano, y viene ya de lejos», concluyó.