JULIO HERRANZ Sólo si está avisado, un visitante del Museo Arqueológico Nacional de Madrid sería capaz de reconocer y valorar la importancia de una figura púnica en terracota de 47 cms de altura (siglo III a.C.) conocida como 'La Dama de Ibiza'. Se encuentra entre otras figuras en una de las dos vitrinas de objetos extraídos del Puig des Molins en la segunda década del pasado siglo por Antonio Vives y Escudero, catedrático de numismática y correspondiente de la Real Academia de la Historia. Personaje importante en su tiempo, de ascendencia menorquina, que veraneaba en Eivissa.

La presencia de 'La Dama de Ibiza' pasa totalmente desapercibida frente a las tres reputadas damas ibéricas que la acompañan en la sala: la Dama de Elche la de Baza y la Gran Dama Oferente del Cerro de los Santos.

Según ha informado a este periódico Benjamí Costa, conservador del Museu Arqueològic de Eivissa, 'La Dama de Ibiza' tiene una hermana en el Museu Arqueològic de Barcelona: «Es una figura casi idéntica. Son dos piezas excepcionales que Jordi (Fernández, el director del museo) y yo hemos estudiado bien. Resulta que sólo se conocen dos ejemplares y ninguno de ellos está en Eivissa».

En cuanto al origen de la colección de piezas púnicas ibicencas del Museo Arqueológico Nacional, Costa recordó el contexto y las circunstancias en las que se movió Antonio Vives: «Estaba en conexión con las actividades de la Sociedad Arqueológica Ebusitana (SAE) que desarrollaba Arturo Pérez Cabrero, Juan y Carlos Román. Y por este motivo, Vives fue uno de los que participaron en el descubrimiento y primera excavación de la cueva de es Culleram. Después de la muerte de Juan Román, director de la SAE, Vives pidió un permiso para excavar por sí mismo en la necrópolis del Puig des Molins, y se lo dieron. Básicamente, la colección viene de ahí; pero por desgracia las excavaciones se hicieron sin ninguna metodología, porque Vives partió de la premisa (que no se molestó en verificar) de que todo estaba ya saqueado, con lo cual sacó una cantidad ingente de material. No él, sus obreros, una brigada que iba a destajo. Vives vivía en Madrid, y cuando venía a Eivissa los obreros le entregaban el producto y el les pagaba. Así que vació una cantidad enorme de hipogeos, lo que pasa es que no sabemos cuántos, no hay documentación. Afortunadamente, al final pasó a un museo público; no recuerdo ahora si lo vendió al Estado el propio Vives o, a su muerte, los herederos».

Una historia agridulce, pues, a la que Benjamí Costa añade una oportuna reflexión: «Es de lamentar que hoy en día, y con los criterios culturales que hay de que las cosas cobran sentido en su lugar de procedencia, se esté guardando en Madrid una colección tan amplia de bienes de Eivissa que en su mayoría está en los almacenes, y que los profesionales del museo ya han estudiado y publicado en su mayor parte». Y otra sobre la posibilidad de recuperar tan valioso patrimonio: «Eso tendría que hacerse a nivel político a través del Consell, que es el que tiene competencia sobre el patrimonio, quien se dirigiera al Ministerio de Cultura para ver si hubiera alguna fórmula, aunque sea para una exposición temporal, que permitiera que esas piezas volvieran a la isla», sugirió con toda lógica el conservador del Museu Arqueològic de Eivissa.

Una petición de devolución o préstamo a través del Consell que sería particularmente oportuna en estos momentos, ya que en breve el Museo Arqueológico Nacional va a ser cerrado por unos cuatro años para llevar a cabo unas importantes reformas que necesita con urgencia este viejo edificio de la calle Serrano, ubicado a las espaldas de la Biblioteca Nacional. Sólo quedará abierta una sala, precisamente la de las damas ibéricas, que ya está restaurada. En ellas se exhibirán las principales joyas del museo, que son realmente muchísimas y de extraordinaria importancia. Igual ahora no se notaba mucho la ausencia de las piezas ibicencas.