Uno nunca acaba de conocerse, la verdad. Mira que emocionarme casi hasta el llanto por la muerte de Rocío Jurado...
Pero será mejor que me explique y cuente una anécdota personal que tuve con ella aquí en Eivissa en el verano del 76, 77 o 78. No tomé notas y mi memoria es frágil. Por aquel entonces uno alquilaba coches en el aeropuerto, y la chipionera llegaba para cantar en la sala de fiestas de Sa Tanca, en Sant Antoni, un lugar que gestionaba con eficacia el recordado Gerardo Gas; algún día hablaremos de esta magnífica iniciativa, que trajo a la isla a primeras figuras de la canción.
En aquellos tiempos mis intereses musicales no tenían nada que ver con la copla; más bien al contrario, porque la asociaba al franquismo. Craso error que con los años rectifiqué. Pero mi madre era admiradora suya desde que la había visto en una boda en Chipiona, cuando la Jurado era casi una desconocida. Aquella noche había cantado flamenco con tal arte que encandiló a todos los invitados. Así que, pensando en que el detalle le gustaría, le pedí a Rocío un autógrafo para mi madre.
Dicharachera y amistosa ella, hablamos de su pueblo, del mío (Rota, justo al lado del suyo); me preguntó si me gustaba su música y, con disimulo, le dije que no estaba muy al tanto, aunque mi madre me había dicho que cantaba muy bien flamenco, un género que sí me gustaba bastante. Le pregunté si iba a cantar flamenco en Eivissa y dijo que eso lo dejaba sólo para ocasiones especiales, pero que si iba a verla igual se animaba y hacía un detalle. Y para animarme a que fuera (supongo que no parecía muy entusiasmado) me firmó un pasé para dos personas.
Ahora no recuerdo con quién fui; supongo que no me resultaría fácil encontrar un voluntario o voluntaria entre mis amistades, tan lejanas y ajenas a ese mundillo musical. Pero allí que me planté, sobre todo (sospecho ahora, tantos años después) por el placer de contárselo a mi madre. Y esta gran señora cumplió lo prometido y me dedicó un sentido fandango de Huelva, por paisano y por escéptico, que me convenció para siempre.
Desde entonces la respeté y la admiro. Ojalá esté con mi madre echándose unos cantecitos guapos.
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