Claudine, la compañera de Rainer Pfnür, abrió ayer las intervenciones en el espontáneo homenaje celebrado en su estudio. Fotos: J. H.

El frío y la lluvia que al mediodía de ayer castigaba Santa Gertrudis parecían de encargo para la ceremonia íntima con la que un grupo de amigos recordó a Rainer Pfnür en su propio estudio. El estupor y la incredulidad eran aún bien palpables en todos los asistentes. La noticia de su muerte, ocurrida en la noche del pasado viernes en un fatal accidente (un coche le mató cuando regresaba en su pequeña moto a su casa), latía demasiado fresca y absurda en todos. Indignación, rabia y dolor repartidos a partes iguales ante la pérdida tan irreparable de un artista tan apreciado y un ser humano tan entrañable.

Su compañera francesa, Claudine, abrió el acto leyendo un poema de la página del libro que Rainer Pfnür había dejado abierto, y pidiendo a los amigos entereza y no lágrimas, porque así lo habría querido el pintor. Pero era difícil contener la emoción ante sus telas inacabadas, ante su mesa de trabajo tal como él la dejó. A continuación, Neus Riera leyó un hermoso poema en catalán y más tarde un texto de despedida escrito para la ocasión. El cantautor Joan Murenu interpretó dos canciones, una de ellas («Arrelat como un arbre dins la terra»), sobre un poema de Villangómez. Un amigo francés leyó un texto propio emotivo que acababa de escribir y un poema de Hölderlin. Michel Buades prestó su voz a una líneas que dedicó al malogrado amigo Marie Claire Uberquoi, directora del Museu Es Baluard de Palma; y quien suscribe estas líneas recitó dos poemas de García Lorca, un autor por el que el artista alemán sentía un cariño especial.