El mundo onírico y simbolista de Joan Miró llega a Sant Antoni

El Espai Cultural Sa Punta des Molí acoge una exposición de litografías originales

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Gracias a la colaboración de dos entidades bancarias, la isla disfrutará durante este agosto de la posibilidad de admirar la obra de dos grandes maestros del siglo XX, Picasso y Miró. El primero ocupará a partir de esta noche las paredes del Museu d'Art Contemporani d'Eivissa (MACE) con la serie de grabados «Caja de remordimientos», propiedad de Bancaixa; mientras que el segundo lo hará a partir de las 21,00 horas de mañana viernes en el Espai Cultural de Sa Punta des Molí con 15 litografías originales de su serie «Homenatge a Joan Prats», propiedad de la Banca March, que estará abierta al público hasta el próximo día 22.

Joan Miró Ferrà (Barcelona 1893 - Palma 1983) es uno de los artistas más personales, originales e imaginativos del siglo XX. Sus primeros años transcurren entre su ciudad natal, Tont-roig (Tarragona), donde los padres tenían una masía a la que pintó en su juventud, y Mallorca, de donde era su madre y donde pasaba los veranos. En 1918 realizó su primera exposición individual en la galería Dalmau de Barcelona, que fue un rotundo fracaso, aunque le afirma en su voluntad de ser pintor y ampliar sus conocimientos, por lo que decide viajar a París, centro mundial del arte de vanguardia. Un contacto que sería fundamental para su obra, cada vez más alejada de la realidad a partir de entonces.

En la capital francesa, Miró entra en contacto con las personalidades más importante del panorama artístico internacional, como Tristan Tzara, André Masson, Alexander Calder o Picasso, con los que guardaría una entrañable amistad hasta su muerte. Además, la admiración que tenía hacia la poesía propició una interesante y fructífera relación con el poeta Paul Eluard, no sólo en el terreno personal sino también en el profesional, ya que trabajaron juntos en varios proyectos.

Su apoyo a la República española provocó su exilio en Francia, hasta que la ocupación alemana le obligó a buscar refugio en Mallorca, en donde fijaría definitivamente su residencia. Su éxito comenzó a tener resonancia internacional a finales de los cuarenta y en los cincuenta, aunque su consagración definitiva sería a partir de los sesenta, cuando realizó numerosas exposiciones. Entre ellas destaca la retrospectiva que presenta en 1968 en Barcelona y la que mostró diez años después en la Llonja de Palma.

J. Herranz