El lingüista y ex director de la Real Academia Española (RAE)
Fernando Lázaro Carreter falleció en la madrugada de ayer en una
clínica de Madrid, donde estaba internado desde hacía días por
varios desajustes en su salud. Nacido en Zaragoza el 13 de abril de
1923, estaba casado y era padre de tres hijos. Doctorado en
Filosofía y Letras, fue catedrático de Teoría de la Literatura y,
desde 1988, Profesor Emérito de la Universidad Complutense de
Madrid. Fue también distinguido con el título de doctor honoris
causa por las universidades de Zaragoza, Salamanca, La Laguna,
Autónoma de Madrid, Valladolid, La Coruña, Nacional Mayor de San
Marcos y de Buenos Aires.
Correspondiente de la Academia Hondureña de la Lengua y de la
Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona y miembro de la
Academia de Nobles Artes de San Luis de Zaragoza, tras tomar
posesión en junio de 1972 del sillón R de la Real Academia
Española, Lázaro Carreter pasó a dirigir la máxima institución
lingüística española en enero de 1991 hasta diciembre de 1998,
fecha en que le relevó el actual director Víctor García de la
Concha.
Su labor como férreo defensor del correcto uso de la lengua
castellana le llevó a conseguir el Premio Aragón de las Letras en
1990, el Premio de Periodismo Manuel Aznar y Manuel de Cavia, el
Premio Internacional Menéndez Pelayo y el Premio Nacional de
Periodismo Miguel Delibes, entre otros galardones. Miembro de la
Hispanic Society of América y de la Association for Hispanic and
Hispanic-American Studies, presidente de honor de la Sociedad
Española de Literatura General y Comparada y Creu de Sant
Jordi.
. En febrero de este año, Lázaro Carreter, junto a otras
personalidades del mundo de la Cultura, fue elegido por el PSOE
para formar parte de un consejo asesor independiente encargado de
la reforma de los medios de comunicación públicos.
La muerte de Fernando Lázaro Carreter ha dejado de luto a la
lengua española. Pero el guardián de la palabra, el atizador de
todo aquel que lanzase «dardos» contra el idioma no sólo ha dejado
un hueco entre especialistas, sino entre el público en general, que
leía sus artículos y libros, llenos de humor e ironía. Fue una de
las personas que mejor supo ensamblar los términos sabiduría y
humanidad, quizá por ese deseo constante de estar en la calle,
oyendo y percibiendo las mutaciones del lenguaje, buscando
constantemente la excelencia y despreciando la vulgaridad. «Percibo
que una anemia idiomática crece en los hispanohablantes hasta
extremos que anuncian una nueva lengua: el guirigay», decía el
pasado año, el que fue discípulo destacado de Dámaso Alonso.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.