El hijo de Enrique Fajarnés Cardona, ayer, en el claustro tras recibir la Medalla de Oro de su padre. Fotos: KIKE TABERNER

«Cuando hace 70 años empecé a escribir mis recuerdos e impresiones, jamás habrían pensado que algún podría recibir tal honor». Con estas palabras comenzaba el breve discurso que Enrique Fajarnés Cardona había escrito poco antes de su muerte para leerlas en el acto de la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad de Eivissa, que el Ayuntamiento le había concedido por unanimidad. Encontrado por su hijo Enrique, y para evitar que su emoción personal no hiciera justicia al texto de su padre, fue leído por el periodista Joan Serra, amigo del finado. Palabras que recibieron el aplauso más largo y sentido de toda la larga y solemne ceremonia que tuvo lugar ayer, festividad de Santa María, patrona de Eivissa, en el claustro del Consistorio.

El recoleto espacio se quedó pequeño para acoger a los numerosos ciudadanos que quisieron unirse al homenaje póstumo al ilustre escritor ibicenco. Familia, amigos, representantes del mundo de la cultura, de la iglesia, de distintos estamentos sociales y políticos de todos los partidos de las Pitiüses llenaron el claustro en la calurosa tarde-noche, tras la ceremonia de la ofrenda a la patrona de Eivissa en la Catedral.

Abrió el acto el alcalde de la ciudad, Xico Tarrés, quien afirmó que «es un reconocimiento más que merecido a una persona querida por todos y que tanto hizo por conservar en bellas palabras la memoria de la Eivissa que vivió y amo, especialmente Dalt Vila». Uniendo el valor «de su persona al de su obra», Tarrés alabó su estilo, «tan propio que transformaba la prosa en poesía». El alcalde concluyó diciendo: «Las personas se van pero siempre nos quedan sus obras; gracias a la de don Enrique podemos conocer y querer más esta ciudad».

A continuación, el poeta y escritor Jean Serra tomó la palabra para hacer una semblanza de Enrique Fajarnés Cardona, a quien conoció personalmente en 1972, aunque antes ya había recibido una fuerte impresión de la lectura de su «Viaje a Ibiza», «un libro que me ayudó a salir de una fuerte crisis personal. Si soy escritor, es en gran parte gracias a este libro, que, como a sus hermanos que siguieron, necesito releer de vez en cuando», explicó. El poeta ibicenco recordó las tertulias que el autor de «La Ibiza de nuestro tiempo» realizaba con dos estimados compañeros de letras: Marià Villangómez y Cosme Vidal Llàser, pasando después a evocar las visitas al domicilio de Fajarnés Cardona, en la Plaza de España, frente al Ayuntamiento, donde le dedicó sus libros. Además, se demoró en valorar su trabajo, del que citó algún pasaje breve, y hasta acudió (en francés) a una cita de Sartre. Documentado, sentido y emocionado, su exposición resultó excesivamente larga para las circunstancias.

Seguidamente, el alcalde entregó la Medalla de Oro y el diploma acreditativo al hijo de Enrique Fajarnés; y Joan Serra leyó el referido texto del homenajeado, que terminaba con una cita de Gregorio Marañón acerca de que «ostentar una medalla también puede ser un acto de humildad».

La gala terminó con un generoso bufet, del que dieron agradecida cuenta los sudorosos ciudadanos que llenaban, con colmo, el caluroso claustro del Ayuntamiento.