«El teatro, y el cine también, tiende a elevar actualmente la
estética de la violencia». Así de contundente se muestra el actor
Carlos Poyal al asumir el giro que la escena ha dado al tratar lo
violento con las consiguientes exigencias para los actores, un
colectivo que, en palabras del intérprete, «suele ser muy reticente
a enfrentarse a escenas de violencia física». Aunque el propio
Poyal ayuda a muchos de esos actores a hacer frente a este nuevo
reto a través de su labor como docente de lo que se llama 'lucha
escénica'.
En el teatro, la violencia ha sido reemplazada en muchas ocasiones
por escenas alegóricas, «recursos poéticos que eviten la escena
violenta». Pero hoy en día no es suficiente. «El critero actual es
elevar la estética de la violencia de tal manera que la escena siga
su curso incluso con una dosis mayor de lo que sería real».
Este nuevo tratamiento para la acción en teatro y cine llevó a
diversos intérpretes y especialistas a unirse para formar Spes
Stunts, una escuela dedicada a este apartado formativo y en el que
se puede aprender acrobacia, lucha escénica, interpretación,
técnica y técnica de especialistas. «Lo que pretendemos es buscar
un cambio de estilo en la profesión», afirma Poyal, quien ya ha
dado muestras de su saber hacer como docente en dos cursos
consecutivos de lucha escénica impartidos al Grup Amateur de Teatre
(GAT), del que formó parte en sus inicios como actor en la década
de los ochenta.
«En mi área es primordial comprender el concepto de lucha
escénica, llevar la violencia a otra realidad sin que el actor
pierda la energía necesaria para el resto del montaje, para que
pueda asumir la violencia como una escena más», señala Poyal, para
añadir a continuación que «el actor debe ir más allá del miedo que
pueda producirle dirigir la violencia contra otro actor». «Debe
eliminar el dolor sin que se pierda realismo y espectacularidad»,
remarca.
Aunque no es una tarea fácil, puesto que, como recuerda este
intérprete-profesor, «generalmente, al actor le da mucho miedo la
violencia física, ya que se mueve en el terreno de las emociones y
cuando la palabra no es suficiente suelen darse dos fallos: o se
frena y se pierde credibilidad o se pasa y daña al compañero».
La falta de preparación de muchos actores encuentra respuesta,
en palabras de Poyal, a la falta de tradición del teatro de
aventuras en nuestro país. «Los clásicos sí usaban la violencia,
pero en España no hay una tradición y no ha habido formación para
los actores en este tipo de escenas y hay que recordar que en el
teatro no se dobla al protagonista, como sí sucede en muchas
ocasiones en el cine; es el actor el que debe hacerlo creíble». De
ahí que exista una estirpe de actores «que recitan bien pero se
baten fatal».
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