EFE-SAN SEBASTIÀN
Agustí Villaronga firma junto a Lydia Zimmermann e Isaac P. Racine «Aro Tolbukhin», una fábula que conjuga ficción y documental y que a juicio del director catalán es una prueba de un cine que ahora despunta, que mezcla distintos lenguajes y demuestra que el cine ya se alimenta de sí mismo.

La película, que compitió ayer en la Sección Oficial del festival de San Sebastián, era un proyecto largamente acariciado por Villaronga, quien ya lo tenía en mente incluso antes de rodar sus dos anteriores películas «99' 9» y «El mar», como recordó durante un encuentro con un grupo de periodistas, donde explicó que, en un principio, se trataba de un proyecto menor, destinado a convertirse en un medio metraje para televisión. Más tarde, el productor Antonio Chavarrías les animó a dar más consistencia al proyecto hasta convertirlo en un largometraje que mezcla imágenes de archivo, documental y ficción.

La película cuenta la historia del húngaro Aro Tolbukhin, un hombre que fue condenado a muerte en 1983 en Guatemala, después de haber quemado vivas a siete personas en la enfermería de una misión y atribuirse los crímenes de varias mujeres. Una confesión que la Policía descubrió llena de contradicciones. «Todo el material está muy manipulado, hay mucho material falso, pero no se trata de hacer un crucigrama, sino de hacer una propuesta para hablar de mentiras y ficción pero con méritos propios para alejarse de la filigrana de haber hecho creer lo que no existía», explicó Villaronga.