Luis Cernuda cumpliría hoy cien años y si hubiera estado vivo este poeta, uno de los más importantes e influyentes de la Generación del 27, vería que las cosas han cambiado mucho desde que abandonó este mundo. Se fue al exilio solo y en silencio, para ser hoy aplaudido y admirado por poetas, lectores y políticos. El convento de Santa Inés en Sevilla, su ciudad natal, alberga desde hoy, fecha exacta del centenario, la exposición «La realidad y el deseo: Luis Cernuda 1902-1963», la retrospectiva que inauguró el presidente del Gobierno, José María Aznar, el pasado mes de mayo en la Residencia de Estudiantes de Madrid y plato fuerte de este centenario.

Esta exposición -James Valender es su comisario- aporta a través de un recorrido por su biografía intelectual y vital la mayor información posible sobre este poeta «insobornable», a quien seguro, según señalan quienes lo conocieron, no le hubiera gustado mucho esta sucesión de actos conmemorativos. El poeta y Premio Cervantes José Hierro, a pesar de considerar a Cernuda «un grandísimo poeta» no lo siente dentro de su mundo. «Para la poesía española es muy importante porque introduce el tono anglosajón en la posguerra, cuando se hacía una poesía más social y política», dice.

Francisco Brines, cuyo discurso de ingreso este año en la Academia tendrá como protagonista al autor sevillano, asegura que «la presencia de la ética, desvelada y construida, en el curso de su poesía es el aspecto quizá más visible y abundante de su obra». Palabras y reconocimientos, que sin duda ninguna, servirán para rescatar la lectura de este importante poeta que siempre fue fiel a la República, y a quien, como a otros muchos españoles, la Guerra Civil le hizo cambiar el rumbo, al dejar España en 1939 para no volver jamás.