Las cenizas del escultor donostiarra, Eduardo Chillida, cuyos
restos mortales fueron incinerados ayer en San Sebastián, descansan
ya, como era su deseo, bajo un magnolio de la zona privada del
museo Chillida-leku, «un lugar en el que le gustaba descansar»,
según afirmó ayer su hijo Luis. Como portavoz, agradeció en nombre
de la familia las muestras de ánimo y apoyo recibidas y aseguró que
la muerte del escultor les produce «sentimientos extraños» al
representar el final de una penosa enfermedad. «En cierta manera
hay sentimientos de que estará mejor donde esté ahora que como
estaba en los últimos meses», al mismo tiempo que admitió la «pena
de ver que ya nos ha dejado definitivamente».
Luis Chillida subrayó que desaparece la faceta de «padre y
persona» de Eduardo Chillida, pero agregó que «su obra perdurará» y
«siempre estará presente en su trabajo». Tras recordar que «aita
(padre) ha sido toda su vida, por suerte, una persona muy creyente»
que «ha tratado de hacer el bien a todo el mundo», mostró su
confianza en que su padre esté «en el cielo» observando y
«disfrutando de este momento».
La familia del escultor llegó poco después de las 12'30 horas en
dos microbuses al crematorio, precedida del furgón fúnebre en el
que eran transportados los restos mortales de Eduardo Chillida. Dos
familiares ayudaron a la viuda del artista, Pilar Belzunce, a
acceder hasta el crematorio donde esperaban representantes
institucionales encabezados por la ministra de Cultura, Pilar del
Castillo; el diputado general de Guipúzcoa, Román Sudupe; el
alcalde de San Sebastián, Odón Elorza y el ex lehendakari Carlos
Garaikoetxea.
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