El traslado de 20.000 personas del centro histórico de Pingyao, ciudad declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en 1997, para potenciarla como lugar turístico despierta reacciones contradictorias entre sus habitantes y los amantes de la cultura china. La mitad de los 47.000 habitantes del centro histórico de Pingyao, rodeado por una muralla de 2.000 años de antigüedad, deberán abandonar sus casas centenarias en los próximos cinco años para que se puedan restaurar a fondo, anunció esta semana la agencia estatal de noticias Xinhua.

La medida ha despertado un enorme interés en la prensa local, ya que Pingyao es una de las pocas ciudades cercanas a Pekín en la que es posible revivir un viaje al pasado rodeado de edificios de las dinastías Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911) no sólo bien conservados, sino aún en uso. «Pingyao resulta fascinante porque es una ciudad tradicional con vida y si la gente abandona sus hogares, se convertirá en un parque de atracciones sin alma», piensa uno de sus habitantes. Otros, sin embargo, desean cambiar sus casas, sin agua corriente ni electricidad, por pisos modernos con todo tipo de facilidades, aunque estén fuera de las murallas.

Pingyao gozó de fama durante la última década entre los turistas extranjeros y los amantes de la cultura china que buscaban rastros intactos de una historia milenaria, exótica y fascinante. Su ausencia en las guías de viaje más utilizadas era una garantía de su «virginidad». «Cuando visité el lugar en 1999, para la mayoría de sus habitantes era la primera vez que veían a un extranjero. Aún recuerdo un anciano que casi choca con otro cuando miraba mi pelo rubio», recuerda Nina, una estudiante sueca residente en Pekín. «La mejor forma de que algo se conserve en China es que pase absolutamente desapercibido. Tanta publicidad al asunto sólo es el principio del fin para Pingyao», añade.

En 1999 Pingyao recaudó 1'2 millones de dólares sólo por la venta de billetes de entrada a sus centros turísticos, una cifra astronómica en una zona donde los ingresos mensuales de sus ciudadanos rondan los 45 dólares. «Precisamente la pobreza ha salvado a Pingyao de la destrucción hasta ahora», manifiesta Ruan Yishan, profesor de urbanismo de la Universidad Tongji de Shanghai. «Durante la dinastía Qing la ciudad era un centro comercial de primer orden. Aquí se creó el primer banco de China, pero luego cayó en una larga crisis. Pero los líderes comunistas no contaron con el dinero para desarrollar sus programas revolucionarios en los 60», detalla.