La ciudad de Eivissa despidió ayer de un modo emocionado al poeta
Marià Villangómez, fallecido el pasado domingo en esta misma
ciudad. La Sala de Hijos Ilustres del Consistorio ibicenco acogió
desde las once de la mañana la capilla ardiente por el que ha sido
considerado como el más insigne escritor de las Pitiüses del siglo
pasado. Como hijo ilustre de la ciudad, sus restos mortales fueron
custodiados por una guardia de honor, que incluyó a los maceros
consistoriales y a la Policía Local, mientras un incesante goteo de
ciudadanos acudían para darle su último adiós.
En uno de los pasillos laterales, todos aquellos que así lo
desearon pudieron dejar testimonio de su afecto hacia el literato
en un libro colocado a tal efecto. Allí pudo verse a una amplia
representación de la vida cultural, política y social de Balears y
Cataluña, una muestra inequívoca de la relevancia de Marià
Villangómez, tanto en su faceta de escritor como en su propia vida
personal.
En la capilla ardiente, junto a los familiares, figuró a lo
largo del día una representación tanto del Ayuntamiento como del
Consell. Por la mañana, en dichos asientos podía verse al alcalde
de Eivissa, Xico Tarrés; la concejal de Cultura, Lurdes Costa; la
portavoz municipal del grupo popular, Virtudes Marí; la presidenta
del Consell, Pilar Costa; la consellera de Cultura, Fanny Tur, y al
senador Enrique Fajarnés. A primera hora de la tarde, el presidente
del Govern, Francesc Antich, se sumó a este sencillo homenaje. Tal
y como estaba previsto, pocos minutos antes de las seis de la
tarde, el féretro con los restos mortales del poeta fue trasladado
a la contigua iglesia de Santo Domingo, un recorrido que se realizó
a pie y siempre con la custodia de la guardia de honor.
La música del órgano del Convent acompañó la solemne entrada del
féretro en el templo, donde pocos momentos después dio comienzo el
funeral oficiado por el obispo de Eivissa. En su responso, Agustín
Cortés Soriano resaltó que no era el momento «para hacer un
panegírico del personaje ni de su obra, sino para hablar acerca de
la persona». «Vemos auténticas huellas de eternidad en la vida de
Marià Villangómez», dijo, para añadir que el poeta poseía «una rica
personalidad humana». Una iglesia de Santo Domingo completamente
llena, escuchó las palabras de Cortés, quien añadió que «se puede
adivinar en el testimonio de su vida la existencia de un espíritu
sencillo».
Finalizado el oficio religioso, el féretro abandonó el templo en
medio de un cálido aplauso, último homenaje de la ciudad que le vio
nacer. Marià Villangómez nos ha abandonado, pero tal y como
señalaron muchos de los asistentes, nos queda su obra para recordar
al más grande escritor de Eivissa y Formentera.
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