Juan Ripollés con algunas de las pinturas y esculturas que presenta estos días. Fotos: M.F.

«Soy una persona que no sé de nada, pero tengo mucha ilusión y atrevimiento, así que toco todo el abanico de la plástica». Con estas palabras resumió Juan Ripollés a Ultima Hora Ibiza y Formentera su versatilidad. El polifacético artista presenta hasta el 30 de agosto en la International Gallery su primera exposición en la isla, en la que ha reunido una selección de sus últimas pinturas y esculturas. «Soy una persona muy activa porque cuando me desmotivo de una materia me voy a la otra, no paro», añadió.

Recién llegado de una reunión de artistas europeos que han trabajado el cristal en Murano (Venecia) para una exposición que se presenta en Ostende, la última obra en la que ha trabajado Ripollés ha sido un mural de cerámicas de 29 x 13'5 metros. «Como cambio mucho, es como el que cambia de hembra, que siempre está estimulado», apostilla burlón. Y sin apoyarse en la mística de la inspiración, que para él, «en abstracto, no existe; salvo cuando estás provocado y se produce una transformación metamorfósica en la persona, una especie de tránsito; pero te tiene que pillar trabajando».

En ese sentido, cree que «todas las personas sienten, pero el artista es quien da realidad al sentimiento, y este es el mensaje. Cuando no se es artista no se lleva mensaje, se hace únicamente oficio, o sea artesanía, explicó. Mensaje y compromiso. «El artista debe ser una persona crítica, de juicio. Entonces, ante la realidad, o se sube al palomar y vive como un imbécil o se compromete con su tiempo y el entorno en el que vive». Testigo directo de la represión franquista, que le llevó al exilio desde muy joven, Ripollés tiene clara su postura ética. «Como el artista necesita la libertad, cuando ésta falta se manifiesta con mucha pasión. Por mi edad, viví un periodo muy negro de España, donde la libertad estaba encarcelada, y tomé un partido crítico, claro», precisó.

Pero no cree que la ideología deba siempre reflejarse en el arte; y pone el ejemplo del régimen soviético, «con los artistas obligados a reflejar consignas políticas; y así les fue». «Lo mejor que puede hacer un artista a este respecto es tener conciencia y manifestarse siempre en libertad», aseguró. Un discurso que resulta raro de escuchar en la frívola Eivissa veraniega, pero que Ripollés sostiene como si aún estuviera luchando con sus viejos fantasmas. «Es que la democracia es muy hermosa, y aunque a veces le dan golpes tan fuertes en el estómago que parece que no se levantará, es capaz de digerirlo todo, no rechaza nada». Un «todo» que el artista incluso cree a veces excesivo. «Por una especie de pudor o de mala conciencia histórica, debida a tantos años de represión, a veces nos pasamos; somos tan demócratas que podemos llegar a ser más papistas que el Papa. Por ejemplo, ahí tiene el caso de muchos jueces, que por no sé qué consideración de este tipo, no se atreven a aplicar la ley, lo que resulta una insensatez», concluyó.