Pepita Costa y Lurdes Costa viajaron a Marraquech varios días antes de la reunión del Comité para asistir a la del Bureau y así poder hacer frente a cualquier problema que pudiera surgir.

Una vez lograda la consideración como Patrimonio Mundial para la candidatura «Ibiza. Biodiversidad y Cultura», tal vez sea el momento de recordar aquellos momentos no tan agradables en los que la propuesta ibicenca estuvo a punto de no poder llegar indemne a la reunión del Comité del Patrimonio Mundial celebrada en Marraquech la pasada semana.

El camino hasta la proclamación ha sido largo y duro, tal y como han recordado el alcalde de Eivissa, Xico Tarrés, y el comisionado de la candidatura, Enrique Fajarnés, en casi todas sus declaraciones tras el éxito. Y es que presentar ante la Unesco un expediente sobre un valor cultural, Dalt Vila, que ya fue rechazado en 1987, en la reunión que el Comité realizó en París, exigía un mayor esfuerzo. De este modo se planteó la revisión de aquel expediente, el cual fue ampliado con los valores naturales, la necrópolis púnica del Puig des Molins y el yacimiento de sa Caleta.

Esta ampliación del proyecto fue alabada por los técnicos internacionales, quienes también felicitaron a las instituciones por la labor de conservación llevada a cabo en dichos bienes en los últimos diez años. Pero no todo serían flores para la candidatura. El primer obstáculo tuvo como objeto la Reserva Natural de Ses Salines, de la que la Unesco solicitó el comprobante del estatuto jurídico que regía sobre ella, una petición que «descolocó» al equipo de redacción del informe. Los dos meses escasos que la organización daba para el esclarecimiento de esta situación no parecían suficientes, pero la decisión del Govern balear de acordar el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de Ses Salines fue suficiente para los técnicos, quienes evaluaron que dicha protección se plegaba a las exigencias de la Unesco.

Ses Salines, y en este caso la playa de es Codolar, volvieron a estar en el punto de mira de los evaluadores al referirse al emisario que debía ubicarse en dicha zona. El Ayuntamiento de Eivissa solicitó entonces a la Conselleria de Medi Ambient que emitiera la documentación precisa que permitiera demostrar que dicho proyecto estaba paralizado y se buscaban nuevas alternativas.