Balears se ha convertido en un referente en materia de salud mental, ¿cómo se lleva lo de ser la primera directora general de Salut Mental de toda España?
—Con ganas y mucho respeto. Pero tengo la suerte de contar con el equipo de la antigua oficina del IB-Salut y el de adicciones. Hemos empezado a trabajar, como quien dice, con el turbo puesto. Vamos a potenciar proyectos ya en marcha y, de cara al año que viene, ver las necesidades que hay y desarrollar otros.
¿Cómo está la salud mental de los baleares tras la pandemia? ¿Ha marcado un antes y un después?
—Sin paños calientes, la población balear está muy tocada. Ha vivido una situación de aislamiento y luego ha tenido que retomar una normalidad que, en realidad, no lo era. Además, nos enfrentamos a una crisis financiera, de vivienda, una inflación galopante... todos estos factores socioeconómicos han afectado muchísimo a la población.
¿Algún colectivo en particular?
—La población infanto-juvenil, sin duda, que vivió online y perdió toda la red con sus iguales está especialmente afectada. También los profesionales de la salud, que han estado sobrecargados al máximo durante la pandemia; y, por mencionar otro colectivo vulnerable, las personas mayores que han vivido en soledad y viendo como personas de su franja de edad en las residencias tenían situaciones súper complicadas
Hablemos en términos de datos, ¿se ha notado este malestar en los hospitales?
—Ha aumentado la demanda en todos las unidades de salud mental un 16 por ciento a raíz de la pandemia y el índice de ocupación de los hospitales en la planta de agudos de psiquiatría ha pasado del 60 al 90 por ciento. A veces encontrar una cama para ingreso supone un auténtico quebradero de cabeza para los profesionales.
¿En qué van a notar los pacientes de salud mental, en la práctica, el aumento de presupuesto del área y de la contratación de nuevos especialistas en trastornos mentales?
—Van a notar un incremento en los diferentes equipos de profesionales, sobre todo en los dispositivos comunitarios (unidades de salud mental, unidades comunitarias de rehabilitación o de hospitalización domiciliaria), así como completar los equipos que ya están para que sean multiprofesionales.
Desde la Conselleria han destacado como prioritarios dos colectivos que han sufrido especialmente desde la pandemia: los jóvenes y los profesionales de la salud. ¿Qué medidas van a poner en marcha para ayudar?
—Contaremos con un gestor de recursos para que cualquier profesional de la salud que necesite ayuda, sepa qué recursos tiene a su alcance, dentro y fuera de la Conselleria. Además, vamos a contratar a cuatro psicólogos dentro del 061, que actuarán tanto en la intervención en situaciones críticas como para atender a los profesionales de emergencias, sometidos a mucha presión. En cuanto a los jóvenes aumentaremos el número de profesionales y colaboraremos activamente con Educació y Famílies i Afers Socials. Tenemos que tener una buena comunicación con el sistema educativo y el servicio de menores. Para eso potenciaremos un programa ya existente que recoge las demandas, dudas y peticiones de los docentes. El objetivo es que haya un seguimiento que se extienda hasta que sepamos que el menor está en el recurso adecuado.
¿Por qué los jóvenes tienen cada vez más tendencias suicidas? Tienen más recursos que nunca, pero ¿les cuesta pedir ayuda?
—Nos preocupa su situación. Piense que muchos han dejado de tener una red social real. Hablan de amigos, pero en realidad son virtuales. Cuando todo es genial o eres el líder, está muy bien, pero con quién hablan si tienen un problema, necesitas un contacto interpersonal. Lo bueno es que ahora hay una detección mayor de los casos, es importante hacer hincapié en ello. Debemos dar formación a los docentes y a las familias para que vean las señales de alarma, ya que ayuda a la prevención y promoción de la salud mental. Por eso es tan importante la colaboración entre instituciones.
Se habla mucho del suicidio o la depresión, pero cada vez más jóvenes tienen ansiedad o trastornos alimentarios, y son problemas que pueden derivar en otros más graves…
—Los trastornos alimentarios, por ejemplo, son una de las causas más importantes de suicidio consumado. Debemos conocer qué factores estresores afectan a a la población infanto-juvenil. No lo podemos hacer solo desde salud, debemos llegar a los espacios donde interaccionan para conocer los problemas que les afectan. Acercarnos a su mundo y emplear plataformas digitales y redes sociales para establecer conexiones. En definitiva, tenemos que hablar su lenguaje.
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