Palma Pilar Pellicer Local uh Entrevista a un disidente ruso.

Se ha destacado como una de las principales voces opositoras desde el exterior hacia Vladímir Putin y eso le ha llevado a tener que salir de Rusia e instalarse, por ahora, en Bruselas. El analista político Fedor Krasheninnikov (Almaty, Kazajstán, 1976) ha pasado unos días en Mallorca, disfrutando del hotel Roc Illetas & Spa y desgrana en Ultima Hora las claves del conflicto en Ucrania y las perspectivas de futuro ante una guerra encallada.

¿Cómo describiría a Vladímir Putin?
—Vladímir Putin es muy peligroso. Es un gran manipulador y mentiroso. Ha engañado a todos los rusos, pues en sus inicios como político era liberal, proeuropeo, incluso partidario de la entrada en la OTAN, Le creyeron, pues era una buena idea que el país más grande de Europa formara parte activa de ella, y era un gran socio frente a China o Estados Unidos a la hora de hacer fuerza. Putin perteneció al KGB, tiene una mentalidad soviética. Es como si la URSS le hubiera enviado en pleno siglo XXI a destruir la democracia, el liberalismo, la economía, la sociedad… Y lo último es ser causante de la última guerra en Europa. Putin decidió empezar una guerra, bombardeando grandes ciudades y a un país con su propia identidad territorial como Ucrania. No tiene humanidad, en su mente sólo está destruir.

¿Qué objetivo persigue con su intervención militar en Ucrania?
—Ucrania es algo secundario. El principal daño lo hace dentro de la propia Rusia. Ha destruido la sociedad de su propio país, ha frustrado grandes negocios de los oligarcas que le apoyan y ha eliminado a quienes no le interesan. Putin también ha acabado con los medios de comunicación independientes y con el federalismo y la autonomía que tenían las diferentes regiones. Lo ha centralizado, ha acabado con la democracia como tal y ahora todo depende y llega de Moscú, con su partido como instrumento para gobernar. Era un liberal rodeado de mafiosos ya en San Petersburgo, que es la ciudad probablemente más criminal de Rusia.

Su caso es un ejemplo de las presiones a los periodistas y a quienes han ido contra el oficialismo.
—Yo he hablado sobre los primeros pasos de Putin, y a partir de 2020, ha sido imposible poder acercarse a la sociedad rusa que defiende una versión europeísta, liberal y democrática. Yo soy un analista político y opinaba en una emisora de radio, hablando sobre la problemática de la centralización, la política y la oligarquía local. En su día lideré una campaña para evitar la construcción de una iglesia en una zona pública de la ciudad (Ekaterimburgo). Se paró, aunque no era una cuestión religiosa, sino del lugar en el que se quería construir. Y tras ello me avisaron de que tendría problemas. Y los tuve. Asaltaron mi casa, me quitaron el ordenador; después estuve una semana privado de libertad, en plena pandemia, y me decidí a poner en marcha la Free Russia Fundation. En agosto de 2020 abandoné Rusia y poco después, Navalny fue envenenado.

¿Temió que le ocurriera lo mismo que a Navalny?
—No creo. Probablemente, habría acabado en prisión. Porque para el gobierno, era un potencial candidato opositor a la Duma. Yo era próximo al equipo de Navalny por amigos en común y le conocí y coincidí con él varias veces. Para el poder, era un enemigo peligroso. Tuve que irme a Lituania, en pleno COVID. Con un visado de trabajo, volé a Kaliningrado y con dos maletas crucé la frontera.
¿Vivió con miedo?
—Fue duro, pero me sentí seguro en Lituania. Pude llegar a Bruselas, donde he encontrado los canales para comunicar. Ahora, con la Free Russia Foundation para ayudar a quienes son reprimidos, pero mis padres viven en Rusia. Son mayores y no entienden por qué tuve que irme. Si tuvieran un problema de salud, no podría volar allí, porque puedo acabar en prisión.

¿Puede estar en peligro el actual modelo de Rusia, que podría incluso haber movimientos internos?
—Hay varias opciones. Una buena, para mí, para Rusia y para Ucrania, sería el final del poder de Putin. Porque es él quien impulsa esta guerra. Que interprete que ha recuperado algunos territorios y lo convierta en una victoria. Pueden ser pocos, pero la propaganda se encargará de hacerlos grandes. Otra opción sería una victoria de Ucrania. Tras ello, puede que Putin sea eliminado desde dentro. Pero esta opción no la veo nada clara. Rusia no está cómoda y se conformaría con una parte del territorio como victoria. Para eso está la propaganda. Esta última opción la vería factible a finales de año o principios del próximo. Si sigue el conflicto, pueden ser claves las elecciones en Estados Unidos. Para Biden es imposible ir a la reelección sin resolver el conflicto. No veo tampoco a Europa Occidental posicionándose en primera línea, aunque sí dando apoyo. Para Putin, el tiempo no es problema. Verá pasar a los líderes y él seguirá porque es un dictador.

¿Tendrán paciencia los oligarcas, los militares y la población si el problema se dilata en el tiempo?
—En caso de que muera Putin, esté en coma o gravemente enfermo se puede entender una opción de cambio. Mientras viva, es imposible. Sabe tener contentos a los suyos, económicamente y con favores y le apoyan pese a sus errores. El poder lo tienen las armas en Rusia, y sin ellas resulta complicado poder tener el control del país. Putin se lo ha jugado todo a una carta en Ucrania y va a llegar hasta el final.

¿Es China clave para desencallar esta situación desde la diplomacia?
—China tiene un único interés: destruir la influencia estadounidense en Asia y el Pacífico, con Taiwán como objetivo. Para China, Ucrania y Rusia son dos oportunidades para aprovechar los problemas en Occidente y sacar partido. Se les puede presentar esta guerra como una oportunidad para, ofreciéndose como mediadores, conseguir algo: Taiwán. Y asestar un golpe a Estados Unidos. También hay que tener en cuenta a África en este puzle.