El 80 por ciento de los cierres del pequeño comercio de Palma se debe a la jubilación en masa de los baby boomers del comercio. «Aquellos que abrieron su tienda hace cuarenta años han llegado a la edad de jubilación y no tienen continuidad. Sus hijos se lanzaron al ‘boom' de las carreras universitarias, en una época en la que era general pensar que era garantía de futuro. Aunque luego no encuentren trabajo de lo suyo...», reflexiona Toni Fuster, presidente de Pimeco.
El presidente de la patronal explica el fenómeno por el que los hijos de comerciantes no se dedican al negocio familiar: «No se ha visto el comercio como opción de futuro. Pero sí que lo tiene, aunque sea sacrificado».
Las largas jornadas de trabajo y la preocupación por el negocio familiar parecen ahuyentar a muchos jóvenes aunque «estas condiciones también se dan en muchos trabajos como en la hostelería. El comercio ya no es como antes, que abrían unas horas por la mañana y otras pocas por la tarde. Ahora hay que adaptarse a las necesidades del cliente y funcionar todo el día», zanja Fuster.
Sin recambio generacional, muchos comercios de toda la vida se ven abocados al cierre, tal y como viene sucediendo en los últimos años a cuenta gotas y sin cesar. Sin embargo, hay excepciones. Es el caso de Quesada, una histórica tienda de decoración del centro de Palma que tenía previsto cerrar a finales de octubre.
Isabel, Magdalena y Concha Quesada se encontraron a las puertas de la jubilación sin tener un sucesor del comercio en la familia. «Una semana antes del cierre, prorrogado a finales de octubre, nos encontramos con que Marga Pérez estaba interesada en seguir con el negocio», cuentan las hermanas Quesada. Pérez, interiorista de profesión, contaba con el apoyo de Oriol Segura, propietario de Aquitania, una firma de decoración, iluminación y tela que cuenta con establecimientos en Menorca e Ibiza.
«Con ellos conseguíamos darle continuidad al negocio familiar, mantener el fondo de telas y dar respuesta a la demanda de la clientela de toda la vida», cuentan Isabel y Magdalena Quesada, aliviadas y satisfechas por poder mantener con vida el proyecto familiar que abrió su tío Joaquín Quesada en 1890.
La entrada de los nuevos gestores del negocio, que mantienen el nombre original del comercio, ha permitido duplicar el espacio de exposición del local en la calle dels Montcades, junto a Concepció. «En esta zona se halla la Milla de Oro de la decoración: están Trigo, Roche Bobois, Bonaire, Lago, Hernández...», enumeran.
Pérez, que ya organiza la reinauguración de la tienda para el día 10, señala que «el 50 % de nuestros clientes son extranjeros que equipan sus casas y notamos la llegada de algún norteamericano». Si Quesada en su última etapa se había especializado en telas, con la irrupción de Marga Pérez y Aquitania vuelven a los orígenes, con proyectos integrales que visten toda la casa.
«Muchos clientes se acercaron a vernos cuando supieron que íbamos a cerrar. Ahora, durante la reforma de la tienda, teníamos que cerrarles la puerta para hacer obras», cuentan las hermanas Quesada, que recuerdan cómo se han ido perdiendo todo un ejército de artesanos como ebanistas o tapiceros. El negocio encara una nueva etapa con la tranquilidad de que hay sucesión.
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