Bien podría tratarse de una broma pesada, teniendo en cuenta los problemas de seguridad, entrada de luz natural, temperatura, ventilación y humedades que se asocian con los sótanos y que impiden convertirlos en superficies habitables. Sin embargo, «Es Diari» ha podido verificar el anuncio con la persona que publicita y cede el espacio bajo tierra.
En Maó
El sótano se encuentra por debajo de una vivienda ocupada por una familia y ubicada en un enclave céntrico de Maó. Se pone a disposición de una persona, preferentemente hombre no fumador, por 400 euros al mes, con wifi y gastos incluidos. Además, quien pone en arrendamiento el espacio pide una fianza de 100 euros y se preocupa por conocer el historial de vida y las condiciones socio-económicas del posible inquilino. No quieren «bulla», reconoce.
El sótano, según las comprobaciones que ha podido hacer este diario, dispone de una cama, un armario y un escritorio. También hay cabida para un velador y un espejo. La persona que ofrece el espacio subterráneo, preguntada por si hay buena ventilación, asegura que, si bien está bajo tierra, cuenta con una «ventanilla» que da a un patio. En verano es cuando, explica la misma persona, permanece más abierta.
Ya ha sido 'habitado'
Se accede al sótano por la puerta principal de la vivienda y bajando una escalera. En cuanto a las dimensiones, la persona que publicita y cede el sótano desconoce cuantos metros cuadrados tiene, pero garantiza que es «grande». El uso del baño y la cocina, que se encuentran en la vivienda principal, es compartido con la familia. Tal y como afirma quien pone en arrendamiento el lugar, en años anteriores ya han ‘vivido' personas «sin que se hayan quejado» y actualmente hay lista de espera para visitar el recinto y optar a él para ‘habitarlo'.
Hay que recordar, en relación con el problema de la vivienda en Menorca y la desesperación por encontrar un techo bajo el que vivir, el caso que ya publicó este diario relativo a un joven de 23 años que huyó de la mafia peruana en 2019 y que aterrizó en la Isla en busca de una vida mejor. Isai —así es como se llama— acabó durmiendo en un colchón en un parking subterráneo por 50 euros al mes durante medio año y, posteriormente, en una habitación realquilada de seis metros cuadrados por 350 euros al mes.
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