Explica que un representante de la entidad propietaria de la casa, junto a varios policías, se presentó en su puerta a las 11 de la mañana con diversos documentos. «Me dijeron que a principios de enero yo había ido al juzgado para aceptar y firmar que me iba del piso antes de acabar el contrato, que termina en marzo, pero es mentira, jamás he ido», asegura mostrando un documento que le entregaron.
De hecho, Ventura denuncia que el abogado que contrató para, precisamente, intentar reformular el contrato de alquiler y evitar tener que irse del piso, le ha estafado. «El objetivo era que nos echaran para poder vender la casa más cara», afirma, porque el piso se ubica cerca de la Plaça del Progrés, en una zona cotizada.
«Mi abogado habrá cobrado para que me echen», añade, y dice que no le contesta a sus llamadas desde que ha sido desahuciada. Topó con él a través de otro abogado que hace un tiempo la ayudó a resolver unos trámites para poder cobrar su pensión en Francia, de donde procede. «Allí trabajé muchos años, aunque desde hace 25 vivo aquí», puntualiza. Sin embargo, este abogado tampoco responde a las llamadas. En España, comenta que solamente cobra la paga por viudedad, ya que su marido, Amadeu Bauzá Ferrán, murió hace cuatro años. Con estos ingresos, Ventura aclara que tiene suficiente para pagar y garantiza que no debe ninguna mensualidad atrasada.
Desde hace un año alquilaba una de las habitaciones del piso a un hombre de unos 40 años que prefiere mantener su anonimato. Aun así, deja claro que nadie les había avisado de nada y que todo les ha cogido de imprevisto. «Somos personas humanas, ella paga cada mes porque está jubilada y tiene dinero suficiente», reitera el hombre, que ha cuidado de Ventura durante este tiempo, ya que padece esquizofrenia y problemas de salud. «No sé dónde dejarla, no tiene a nadie; yo podría dormir en el coche, pero ella y los perros, no», lamenta angustiado, porque en el piso dejó documentación necesaria para poder irse a vivir a Galicia, donde tenía planes para comprar una casa.
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