Esta médico internista es responsable de la unidad donde se atienden las enfermedades adquiridas en el trópico pero diagnosticadas en Balears. | Huse

Hace casi veinte años que existe en Balears una consulta específica para enfermedades tropicales. Si bien se ven casos en las clínicas privadas, o en Atención Primaria, esta unidad de Son Espases es la de referencia en este tipo de casos. La médico internista María Peñaranda es su responsable y, aunque con la pandemia su actividad decreció, ahora se prevé recuperar la actividad. En un mundo cada vez más globalizado, «vemos muchas infecciones que antes no teníamos», apunta.

Buen ejemplo de ello es la viruela del mono ¿se trata de una enfermedad tropical?

—Llegó como tal pero ahora ya se ha establecido y no se la considera. Antes había casos puntuales, importados de África, eran pocos y con algún contagio local, pero lo que ha pasado ahora es que se ha introducido y hay una transmisión importante. Llamamos enfermedades tropicales a las que se adquieren en el trópico y se manifiestan o diagnostican aquí. Son típicas la malaria, el dengue, el chaga, propias de otras zonas, la fiebre del viajes...


¿Qué diferencia hay entre la viruela, tal y como se la conoce, y la viruela del mono?

—Están producidos por dos virus diferentes aunque sean de la misma familia y su clínica sea muy similar. La viruela tenía manifestaciones cutáneas extensas e importantes. La del mono produce lesiones parecidas y también una clínica sistémica pero la mortalidad es mucho menor, es una situación sanitaria diferente.

¿Es cierto que la vacuna de la primera protege en parte, a quien la lleva, de la segunda?

—Sí, tiene entre un 50 y un 75 % de protección. De hecho, la mayoría de casos se están viendo en pacientes jóvenes. Circula, sobre todo, de hombres entre hombres. La transmisión es por fluidos y necesita de un contacto más íntimo, se ha extendido en este contexto.

Con los primeros casos la Sociedad Española de Internistas ya aseguraba que este virus se propagaría, ¿es muy contagioso?

—Lo es pero no mucho. No ha pasado como con la COVID. Hay casos y van en aumento, sobre todo en hombres que tienen sexo con otros hombres. La previsión es que se incremente pero no al ritmo de contagios que se ha visto con la COVID.

¿Ha llegado para quedarse?

—Sí, pero no hay que asustarse para nada. Debemos estar atentos tanto médicos, como la población, cuando aparezcan lesiones cutáneas sobre la piel, a veces también en genitales, que tengan una necrosis central, y en este caso acudir al sistema sanitario. Puede cursar grave pero es muy poco probable. La gran mayoría de casos son leves y no han requerido ni ingresos.

¿Qué opina de lo que se está haciendo para prevenirla?

—Soy muy partidaria de la vacunación en la población de riesgo que ahora mismo son los hombres que tienen sexo con otros hombres porque es por donde circula entre el 90 y el 95 % de todos los casos, en todos los países.

¿Cómo va la sociedad a nivel de alarma, más o menos de lo normal?

—Alarmarse nunca es bueno, hay que informarse. La gente no debe preocuparse, sólo la población de riesgo debe estar más atenta y acudir al CAITS que es donde se está vacunando.

¿Qué se atiende en su consulta?

—Lo que vemos de forma más habitual en inmigrantes es la Enfermedad de Chaga que afecta mucho a Sudamérica, sobre todo Bolivia. Lo transmite un insecto que está en esos países. Entre los viajeros lo más habitual es la malaria, el dengue o la diarrea del viajero. No hemos tenido casos autóctonos, son todos importados, pero sería posible, por ejemplo con el dengue, porque tenemos al vector, el mosquito tigre.

¿Cómo conocen los casos, vienen diagnosticados?

—Depende de la clínica, vienen por dolor abdominal, alteraciones en la sangre, la mayoría por fiebre... Los síntomas son muy diversos, cada uno responde a su patología y, en función de la zona donde haya estado, hay que pensar en una infección u otra. Aún así, hay que recordar que el 80 % de viajes a zonas tropicales son seguros si bien hay que tomar prevenciones como evitar las picaduras de insectos, la toma de agua no embotellada, o fruta y verdura no lavada.

¿A cuántos pacientes suele ver por temporada?

—Tenemos una consulta semanal específica y solemos ver a 12. En septiembre, octubre, noviembre... es cuando, con el regreso de los viajes, suele incrementarse más la demanda. Parece que este año recuperaremos las cifras de prepandemia.

¿Por qué se dice que las enfermedades tropicales son las enfermedades de la pobreza?

—Porque en los países más pobres están los vectores, que son los mosquitos que los transmiten, pero también influye el factor del clima y la pobreza en sí, que hace que sea difícil su erradicación. En Europa ha habido brotes de chikungunya, por ejemplo, pero se han limitado gracias a las condiciones de vida y al sistema sanitario. También hay menos investigación, se invierte poco en enfermedades que afectan a zonas pobres.

Hace tiempo se anunció una vacuna contra la malaria, ¿se está aplicando?

—Sí. Previene el 30 % de las infecciones que no es una barbaridad, pero sobre todo para las graves. No se le suministra a viajeros, es para niños y embarazadas de países donde la malaria en endémica, como en Mozambique. Los viajeros deben seguir tomando siempre profilaxis, al menos un mes, y evitar las picaduras con el uso de repelente, mosquiteras, o ropa adecuada.

¿Estamos más expuestos con la globalización?

—Claramente. Nosotros viajamos, pero los vectores también, a través de verduras y frutas. Además nos afecta el crecimiento de la población y la invasión de zonas de selváticas y el cambio climático, el aumento del calor y humedad expande los vectores.

¿Ésta serla la nueva tendencia?

—Las migraciones y los viajes no se van a parar y si nosotros nos movemos más, los virus, las bacterias y los parásitos también.

El apunte
Sabrina Vidal

Baleares se libra del virus del Nilo, de momento

Sabrina Vidal

En Baleares hay presencia del mosquito culex, «es el típico que vemos en las casas», explica esta experta. Por lo que, aunque no ha sucedido, podría verse algún caso del virus del Nilo, como ya se ha confirmado en alguna zona de la Península. Los veterinarios lo detectaron previamente en caballos y luego pasó a personas. «El 80 % cursa con fiebre y malestar y un 10 % con encefalitis graves, de los que la mitad son mortales». Aquí, «según los análisis, no se ha introducido», señala.