El vicepresidente y conseller Biel Barceló posa en su despacho de la Conselleria de Turisme. | Joan Torres

Apesar de que las críticas arrecian, Biel Barceló no parece alterarse. La nueva ley del turismo, uno de los textos icónicos para el Pacte en esta legislatura está generando una considerable polémica en la calle con posturas cada vez más radicalizadas sobre cómo debe ser el modelo turístico de Balears. Este es, quizá, el aspecto que más le sorprende y lamenta.

¿Hay turismofobia en Balears?

—Pienso que no hay que magnificar unos hechos aislados, hay que diferenciarlos del debate crítico sobre el modelo turístico de las Islas sobre el que hay una percepción de que genera beneficios, pero también desequilibrios.

La condena a los actos de Arran fue tibia ...

—Mi rechazo es total. Lo dejé claro y lo reitero y si se pasan determinados límites debe intervenir la Policía. Arran lo que busca es el protagonismo mediático, pero por eso se buscó un perfil bajo en la respuesta. Veo que el presidente Rajoy ha optado por otra estrategia, rayando incluso el insulto. No sé si esta actitud provoca todavía más a Arran; nosotros lo que pedimos son soluciones.

El debate sobre el turismo, y en especial el alquiler vacacional, está en la calle. ¿Cómo lo contempla?

—Me preocupa el actual enfrentamiento de posturas, y así es muy difícil la conciliación. Hay una clara falta de entendimiento. El Govern ha optado por la regulación, vamos hacia el término medio entre quienes darían carta blanca a todo y quienes lo prohibirían. El alquiler turístico es positivo en términos globales, pero en algunas zonas, como Palma o Ibiza, genera problemas de convivencias y acceso a la vivienda. A título personal me duele la radicalización del debate.

¿Se siente incomprendido? La mayoría de los reproches proceden de su propio entorno ideológico.

—Los extremismos no son buenos. El alquiler vacacional es una actividad económicas y por tanto debe cumplir unas reglas.

Detrás del alquiler turístico también hay un complemento de rentas familiares que ahora se consideran en peligro ...

—Al contrario. Ahora se podrán alquilar pisos que la ley anterior prohibía. La gente tiene que saber hasta qué punto es rentable el alquiler vacacional frente al residencial, creo que muchos se han deslumbrado por esta fórmula y el tradicional también es rentable.

¿Teme un recurso de inconstitucionalidad por parte del Gobierno?

—En este sentido en la Conselleria estamos tranquilos. El ámbito turístico es competencia de las autonomías según la propia Ley de Arrendamientos Urbanos. Nuestra ley está bien armada jurídicamente, pero a pesar de ello el Gobierno intentará intrerponer el recurso de inconstitucionalidad; lo ha hecho en todos los casos y Balears, pienso, no será una excepción.

Entonces, ¿todo puede quedar paralizado?

—Es un riesgo que tenemos asumido. Habrá lobys que influirán en este sentido, pero a mi el ministro Nadal se comprometió a respetar nuestra normativa que tiene rango de ley.

La UE también pone inconvenientes ...

—Nuestras ley también está bien argumentada frente a la normativa europea, la tenemos bien justificada desde la perspectiva urbanística. Quiero recordar que en Europa ya hay ciudades que limitan el alquiler turístico como Brujas, Amsterdam o Berlín, incluso con medidas mas restrictivas que las nuestras.

Podemos, socio también del Pacte, ha sido muy crítico con su ley ...

—Pienso que buscan el titular fácil y no van más allá. Lo que Podemos pedía ya estaba en la ley, sus pegas eran innecesarias e irresponsables que acabaron creando un serio problema de inseguridad jurídica.

Para la izquierda los hoteleros eran la encarnación del mal, ahora parece que son los propios vecinos.

—La ley también impone límite para los hoteleros. Las reformas no permitirán ampliar el número de plazas ni tampoco se permtirán hoteles en suelo rústico. Insisto, el alquiler turístico ha revitalizado el interior de Mallorca pero en Palma ha expulsado a los jóvenes del centro. Serán, por tanto, los ayuntamientos los que decidirán.

¿Se ve amenazado políticamente?

—Turisme es un área complicada que está en el centro del debate para Podemos y el PP. También hay entidades, quizá próximas a Més, que no entienden nuestra estrategia y se dedican a poner palos en las ruedas. Estar en el punto de mira a nadie le gusta, pero los resultados se notarán. Nunca me he planteado dimitir.

¿Frente a la saturación más promoción?

—Me han llegado las críticas, pero tenemos que promocionar nuestro nuevo modelo.