Hace muy pocas semanas, en el Aljub abarrotado del Museu Es Baluard -y en una conferencia coorganizada por el Club Ultima Hora y el Cercle d’Economia-, el profesor Nuccio Ordine, autor de la obra original y clara La utilidad de lo inútil -traducida a 20 lenguas- nos recordaba a todos los presentes, entre otras interesantes reflexiones, que hoy en día la vida nos invita a perseguir valores falsos y lo único que parece importar, como resumen de nuestro progreso, es el cálculo del Producto Interior Bruto (PIB). Sin embargo, ya Robert Kennedy el 18 de marzo de 1968, en un valiente discurso pronunciado en la Universidad de Kansas, alertaba que el PIB, lamentablemente, no mide las cosas más importantes de la vida.

Cita: «Hemos dado en exceso la impresión, y durante demasiado tiempo, de que sometemos la excelencia personal y los valores comunitarios a la nueva acumulación de los bienes materiales. Nuestro producto interior Bruto supera los 800 mil millones de dólares, pero el PIB (…) no tiene en cuenta la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación o la alegría de sus juegos. No incluye la belleza de nuestra poesía, ni la fuerza de nuestros matrimonios, la inteligencia de nuestro debate público, ni la integridad de nuestros funcionarios, (…) En suma, lo mide «todo» excepto aquello que hace que la vida valga la pena».

Tuvimos pues la suerte de ser testigos, en primera fila, de esa experiencia útil y de escuchar también una atronadora ovación, de varios minutos, a su magnífica intervención. Enseguida emergía una pregunta en la sala repleta: ¿por qué los ciudadanos de Balears que llenaban este espacio -y las muchas que no han podido acceder- manifiestan ese entusiasmo ante esta palabras? Sin duda, una posible respuesta es que escuchar ideas claras siempre supone una esperanza para dar sentido a nuestras vidas y a nuestro trabajo y, al mismo tiempo, un bálsamo para estos tiempos de crisis e incertidumbre.

Los economistas -hay que resaltarlo- conocen muy bien las palabras de R. Kennedy y buscan incansablemente desde esa misma época indicadores alternativos como uno de los grandes retos para lograr medir la calidad del bienestar y del progreso, pero como recordaba la prestigiosa revista The Economist en 2016, «el PIB no es un indicador fiable de la producción, aparte de ser una pobre medida de la prosperidad». La realidad nos demuestra, día a día, que el uso de esa métrica sigue siendo el sistema de medida por antonomasia que se apodera de los titulares de los medios –radiofónicos, electrónicos o en papel-, de la política y por tanto de nuestras vidas; algunos ejemplos locales sirven para ilustrarlo: «Caída sin precedentes de la economía balear en 2020. El PIB retrocede un 23,7% anual», «La factura económica de la COVID: Balears pierde 7.821 millones en 2020», «España crecerá más que la Unión Europea en 2023», «La economía balear cerró 2022 con un crecimiento del 14,2%»...

Son datos ciertos, como lo es el peso de nuestra báscula, pero a ninguno de los lectores se les escapa que sólo con ese único parámetro, «el peso bruto o neto», no tenemos porqué estar más sanos o sentirnos más felices. Hay además, otras consideraciones técnicas, de carácter cuantitativo pero también muy importantes. En primer lugar los porcentajes no son reversibles -si se pierde un 20% en un año, no se recupera simplemente con un crecimiento del 20% al siguiente-, en segundo término se puede «crecer» y, sin embargo, la economía real anemizarse, menguar, como ocurre en épocas de inflación intensa y por último, para poder establecer comparaciones razonables entre regiones, hay que hacerlo «por persona» o «por habitante» (unas regiones se llenan, mientras otras se vacían).
Con estas consideraciones previas estamos en condiciones de interpretar mejor la evolución del Producto Interior Bruto por las diferentes ramas de actividad y por habitante. En lo que va de siglo la población insular ha crecido en 331.029 personas (+38%), mientras que el PIB/habitante ha pasado de 15.565 euros (2000) a 25.849 en 2021 (+32%), lo que sitúa a Balears en la 7ª posición por debajo de la media nacional y a 9.950 euros de la primera Madrid (34.821 euros). La rama de actividad que más ha crecido (x4,6) ha sido la actividad inmobiliaria (cuando paradójicamente tenemos un problema habitacional) y, en sentido contrario, la que disminuye con más intensidad es la rama de agricultura con un descenso del 40%, en idéntico período (de 250 millones de euros -en 2000- a 148 millones de euros -2021-), o sea, curiosamente cada vez menos «agricultura local». Quedan fuera, como recordaba el filósofo italiano, aspectos clave de nuestro bienestar.l