Soy un marxista convencido. Desde que Grocuho sentenció «estos son mis principios, si no te gustan tengo otros», me ganó para su causa. El exmadridista Luis Enrique, sin embargo, no comulga de esta religión. El es el fiel a la secta del tiki-taka, rama tiki-nada. Irreprochable, salvo que, como escribió hace algún tiempo un brillante pensador, «no cambiar la manera de jugar me parece más una incapacidad de adaptación que una virtud teologal». Luis Enrique ha hecho de la selección su fiesta particular y se reserva el derecho de admisión para amigos y prefamiliares. De otra manera no se entiende la presencia de futbolistas que en sus equipos apenas juegan y la ausencia de tipos determinantes en sus clubes.
Todos tenemos un estilo, pero no nos vestimos igual para una boda que para ir a la playa, ni cocinamos lo mismo en primavera que en invierno. Salvo que seas un iluminado al que no le preocupan los resultados, por más que seas un profesional que viva de ellos. Evolución o extinción. El juego de la selección de Luis Enrique es más previsible que el final de una película porno. Pases y más pases (horizontales a ser posible) y a ritmo de una de esas películas de las que, al despertar, acabas alabando la fotografía. Todos sus rivales lo conocen y ceden el balón a sabiendas de que no hay plan B, porque Luis Enrique es don Erre que erre.
Iba la selección por el lado bueno del cuadro y evitaba a Brasil. En efecto, ha evitado a la Canarinha y a todas las demás. Que no se puede poner s´arada davant es bou es de primero de 'espabilao'. Un partido de España a las cuatro de la tarde es anestésico: te duermes viendo a Busquets pasear por el campo mientras el balón pasa de Pedri a Rodri y te despiertas contemplando a Busquets paseando por el campo mientras el balón pasa de Rodri a Pedri. El día de la marmota, versión futbolística.
Escribir esto tras la eliminación no es ventajismo, es confirmación de todo lo anticipado antes del inicio del Mundial. La selección de Luis Enrique no tiene a Messi, Neymar y Luis Suárez como tuvo el Barça de Luis Enrique que ganó el triplete. El resto, parole, parole, parole. Y pases, pases y más pases. La nada.
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