La realidad, más allá de vídeos en las redes sociales oficiales del club, es que quedan 14 encuentros para que se acabe la liga y la historia dice que habría que ganar nueve para poder optar a la permanencia. Sacar 27 de los 42 puntos que quedan en juego.
La lógica y la realidad es que no hay ningún motivo para pensar que un equipo que ha ganado uno de los últimos 20 puede ganar nueve de 14. Más todavía cuando se hace la primera parte de Vitoria.
En Mendizorra, la UD Ibiza cometió unos errores groseros impropios de un equipo de fútbol profesional. Que ocurra uno, puede ser. Que sean de manera constantes son una indicación de que los jugadores no tienen la cabeza en donde toca, porque no se trata de errores de calidad y sí más de concentración. Como dijo Alcaraz en rueda de prensa, no se entrena que una barrera se abra.
Tampoco que se hagan faltas innecesarias. Son conceptos básicos del fútbol que están castigando a un equipo que jornada a jornada demuestra que no tiene nivel, independientemente de los nombres que jueguen. De hecho, la desesperación llega ya también a las últimas piezas en incorporarse. Para muestra la autoexpulsión de Marcos Mauro.
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Había fechas señaladas en rojo en el calendario como eran los enfrentamientos contra el Cartagena, Lugo y Ponferradina, tres citas en las que prácticamente era obligatorio ganar y no se hizo en ninguna de ellas. La realidad aplasta cualquier esperanza.
Han pasado ya tres entrenadores y ninguno ha podido sacar rendimiento al equipo, de hecho el mejor de ellos, así lo dicen los números, es Baraja. Fue con el técnico con el que se inició la temporada con el que el equipo ofreció sus mejores versiones, eso sí sin ser tampoco óptimas.
Es cierto que por momentos y en líneas generales el equipo está compitiendo mejor en las últimas jornadas, igual de cierto es que termina cayendo víctima de sus errores y sus problemas tanto ofensivos como defensivos. Ya no solo es un tema de ser mejor o peor. En el campo se ve un equipo inferior en lo físico, ya que en la mayoría de partidos sufre momentos en los que prácticamente desaparece, pero, sobre todo, inferior en lo mental.
El varapalo deportivo ya es insalvable y lo que toca es intentar acabar la temporada de la mejor manera posible para suavizar el golpe. Aprender de los errores y empezar a planificar la próxima temporada para hacer un proyecto de garantías con el que se pueda atacar un nuevo ascenso al fútbol profesional.
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