Mar Sánchez, en la pista de Can Misses con la mascota de Sídney’00 y su certificado de participación. | Daniel Espinosa

Tal día como hoy, hace 20 años, los ibicencos se levantaban con la noticia de que María del Mar Sánchez Gutiérrez (Ibiza, 25-12-1979) había finalizado su participación en los Juegos Olímpicos de Sídney y se había convertido en la primera deportista ibicenca y balear de la historia en tomar parte en una cita olímpica. La exatleta profesional escribió su nombre con letras de oro en el mundo del deporte al ser también la primera española que participa en esta disciplina atlética en una cita olímpica. Cuatro lustros después, la ibicenca recuerda con una «sensación agridulce» aquel momento, porque, pese a que rozó su mejor marca personal, se quedó a un paso de la final. Con todo, no se le podía pedir más a una exatleta profesional que es historia viva del deporte balear.

—Hoy –ayer para el lector– estaba saltando en los Juegos Olímpicos de Sídney. ¿Qué recuerda de ese día?
—Pues todavía recuerdo la emoción de salir a la pista, ver el estadio olímpico, sentir la música, contemplar el estadio lleno y su ambiente… Se me ponen los pelos de punta.

—¿Con qué sensación terminó su participación?
—Con una sensación agridulce. Me quedé a cinco centímetros de pasar a la final, pero aun así había hecho cinco centímetros menos que mi marca personal. Me queda la sensación de que podría haberlo hecho mejor.

—A nivel general, ¿qué se le viene a la mente al escuchar Sídney 2000?
—Pues que fue un año complicado e ilusionante. Se me viene encima la emoción de un proyecto soñado desde niña y el recuerdo de mi madre. Fue un año muy intenso de emociones y también el de un sueño cumplido.

—¿Qué momentos especiales guarda de aquella villa olímpica?
—El compadreo que había. Te cruzabas con los del baloncesto, los del voleibol y las de gimnasia y era como que te sentías parte de un todo. ¿Vamos a ver a no sé quién? La sensación es que era una convivencia de todos los deportes en un mismo lugar.

—¿Hay alguna anécdota personal que destaque de aquel evento?
—Sí. Me tocaba saltar en la calificación. El editor que ponía las imágenes en la pantalla era un chico que había hecho atletismo con nosotros en el centro de alto rendimiento. A todos los españoles nos pinchaba a menudo en las pantallas del estadio. Marion Jones había logrado su tercera medalla de oro. Había ganado los 100 metros lisos. Estaba ella ahí celebrándolo y de repente la quitan de la pantalla del estadio y ponen a Mar Sánchez, que iba a saltar (risas). La verdad es que fue un poco anecdótico que a la reina de esos Juegos la quitaran para poner a Mar Sánchez en la pantalla.

—¿Qué significa para usted el hecho de ser la primera ibicenca y balear en participar en unos Juegos Olímpicos?
—El otro día lo hablaba con unos amigos. Al final, han pasado 20 años del deporte femenino y mi generación fue un poco pionera en eso. Era la primera vez que se hacía pértiga en unos Juegos Olímpicos, es decir, fui la primera española en participar en salto con pértiga en unos Juegos. Eso denota lo incipiente del deporte femenino en aquella época. Ahora, todo el mundo entiende que haya deporte femenino. Está más integrado. En aquella época, no. Al final, éramos las pioneras de una larga generación de deportistas.

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—En 20 años la vida cambia muchísimo. Me parece que su rutina de entonces no tiene absolutamente nada que ver con la de ahora.
—No tiene nada que ver la rutina de entonces con la de ahora, pero nada que ver. Por entonces, me peleaba con la pértiga y, ahora, con mis hijos (risas). En aquella época, toda la vida giraba en torno a mí misma. Ahora, mi vida gira en torno a muchas otras personitas que forman parte de mi vida.

—¿Guarda algún objeto del evento en su particular museo?
—Guardo un peluche de la mascota, un reloj, el dorsal, la medalla conmemorativa… Guardo todo lo que pude traer.

—Por entonces no había WhatsApp y las comunicaciones eran mucho más limitadas. ¿Cuál fue la primera llamada que hizo tras su participación?
–¿WhatsApp? ¡Yo escribía postales desde Sídney! Imagínate. La primera llamada que hice fue a casa. Llamé a mi padre para decirle que ya había terminado, contarle las sensaciones y compartir con la familia la participación.

—Imagino que alguna llamada a un tal Toni Roig también caería
—Sí, también (risas).

—Ir a unos Juegos Olímpicos es el no va más, pero su trayectoria internacional y nacional nacional no tiene por qué tener menos repercusión. Fue cuatro veces campeona de España absoluta y protagonizó duelos memorables con Naroa Agirre y Dana Cervantes. ¿Cómo recuerda esas batallas?
—Yo creo que, visto ahora en perspectiva, fue una época muy chula, donde, al final, siempre tenías a alguien con quien competir, que te estaba retando. Gracias a esa constante, tanto ellas como yo conseguimos ir sumando centímetros en nuestras marcas.

—Sus últimos saltos oficiales se dieron en el Campeonato de España al aire libre de 2009, donde consiguió una plata con un salto de 4,15 metros. Luego, pasó a la longitud. ¿Cómo fue ese cambio?
—Lo que buscaba era volver a casa y hacer un poco la transición de dejar ya el deporte más profesional a algo un poco más ‘amateur'. Era una manera de no dejarlo al cien por cien, no decir ‘me voy'. Intenté buscar esa transición de ir soltando esto de una manera un poco más amable a ser posible.

—Anunció su retirada en una rueda de prensa hace diez años. ¿Cómo vivió esos momentos de decidir el adiós?
—Por una parte, hay cierto alivio porque, al final, entre las lesiones, las exigencias mías y las de la federación ya no no me salían las cosas como quería. Era como soltar un poco esa presión y hacer otras cosas. También hubo tristeza porque, al final, 12 años de deporte de alto nivel es mucho tiempo.

—¿Cómo ve el atletismo insular 20 años después de aquel salto y diez después de su retirada?
—Sigo viendo que hay mucha base y mucho deportista de nivel intermedio. Luego, tienen que dar ese pequeño salto que dimos Felipe Vivancos, Mario Avellenada o yo. Si te fijas, es como que cada cierto tiempo, de repente, sale alguien. Un poco así es el atletismo en Ibiza. Hay muy buena base, que es fundamental para que se dé el talento de alguien, y cada año siempre surge alguien que destaca o va a un Campeonato de España. Siempre se tiene esa base desde la que, después, tratar de saltar a algo más profesional.