Boned, en el polideportivo de Puig d’en Valls. | Arguiñe Escandón

Ana Boned Marí (Ibiza, 10-02-1990) es historia viva del Puchi. La capitana ha anunciado su retirada, dejando atrás un legado difícil de igualar. Se desvincula del balonmano tras 26 años de dedicación.

—¿Cuánto le ha costado tomar esta decisión?
—El año pasado ya casi me costó continuar, porque ya llevábamos dos años con cambio de entrenador, que vino de fuera y tienes que adaptarte, y no acabé de disfrutar. Por las compañeras sí, porque siempre han sido un 10, pero no acabé de disfrutar como me habría gustado. Antes de la temporada pasada, pensé otra vez qué haría. Me decían: «Venga, que vuelven Raquel, Patri... y me animé otra vez. Cuando se produjo lo de la COVID, mi cabeza hizo ‘boom' y me dijo que tenía que estar en lo que tenía que estar. Ha llegado el momento. No me habría gustado terminar de esta manera, pero ya llevo dos años meditándolo.

—¿Cómo se imagina la vida sin el balonmano?
—Sinceramente, todavía no me la imagino. Todavía se me hace un poco raro pensar que en agosto no me voy a poner a entrenar y en septiembre no comenzaré la liga. Igual luego lo echo tanto de menos que me da por volver. No sé cómo será ahora sin el balonmano.

—Deja, según sus palabras, una puerta abierta.
—Me han intentado convencer, pero no. Por lo menos, me tomaré un año sabático y, luego, no sé, pero, en principio, no volveré a jugar. Llevo 26 años haciéndolo y creo que ha llegado el momento.

—¿Cómo recuerda su llegada al mundo del balonmano?
—Cuando yo tenía seis añitos, jugaba al ajedrez porque todos los de mi clase lo hacían. Como no sabía jugar y siempre jugaba con uno que me ganaba y me daba mucha rabia, me iba al patio y ahí estaban jugando a balonmano. Me dijeron un día si quería jugar y así empecé. Luego, venía mi madre a recogerme de ajedrez y yo salía por la pista de balonmano. Al final, acabé arrastrando a los del ajedrez al balonmano.

—¿Cuál es el mejor momento que ha vivido en el Puchi?
—Tengo dos. Uno, cuando éramos juveniles y ganamos el Campeonato de España. Era el año en que nos separábamos porque cada una seguía un camino. Ganarlo fue un sueño por el que luchábamos desde infantiles. El otro, el ascenso, que fue un sueño cumplido también. Ascender a la máxima división, que cualquier cuando empieza a jugar ya sueña con llegar ahí, fue fantástico.

—¿Y cuál fue ese partido del que no guarda precisamente un buen recuerdo?
—El del Oviedo en la fase de ascenso. Teníamos que ganar sí o sí y lo perdimos, pero, luego, ganamos los demás y sirvió casi para darle más interés. Este año, el partido contra el Gavà fue horrible. No nos salía nada de nada. Esta temporada perdimos algunos por falta de concentración, ideas diferentes con el entrenador... Hay partidos para olvidar.

—Echando la vista atrás y pensando en el futuro, se antoja difícil ver de nuevo un equipo con la calidad deportiva y humana del Puchi de estos años.
—Sí que es verdad que es difícil cuadrar como cuadramos nosotras y todos remen en el mismo sentido, que tengas un entrenador que sepa motivarte y lleve todas a una. Éramos infantiles y empezamos entrenando tres días. Nos decía Noel: «Entrenamos cuatro?». Y entrenábamos cuatro. «¿Entrenamos cinco?». Entrenábamos cinco. Al final, entrenábamos seis. Nosotras mismas éramos las que pedíamos más. La generación de Raquel Bejarano y Paulina entrenaba una barbaridad. El éxito estaba en que nos juntamos varias de distintas categorías, porque, luego, también estaban Flor y Jillian, que también eran increíbles. Nos juntamos varias generaciones que íbamos a lo mismo y sentíamos el club. Queríamos estar donde llegamos y lo dimos todo por estar ahí. Es difícil que se repita, porque necesitas tanto un entrenador como jugadoras muy implicadas, y ahora es un poco difícil con la COVID y no hay recursos económicos para tirar adelante. En una isla, si no hay ni gente de aquí, difícil es que vengan de fuera por el dinero que se puede dar.

—¿Es momento de centrarse en la base tras el anuncio de la renuncia a Plata?
—Bueno, se ha pedido una prórroga para decidir jugar en Plata o no, pero no hay muchas jugadoras aquí y las que hay igual no pueden implicarse para un nivel como Plata. Hay que centrarse en la cantera. Tenemos que ir a todos a una, que puedan juntarse generaciones y trabajar con los niños y niñas para que puedan estar ahí.

—Usted también es directiva. ¿Seguirá vinculada al club?
—Mis aportes como directiva este año han sido bastante pocos. No seguiré vinculada en nada al club, pero no voy a dejar de ir a ver partidos y a los niños. Mis sobrinos están en la cantera. Mis amigas van a seguir jugando también. El Puchi va a estar siempre conmigo y yo, con él.