Las dinámicas en el fútbol dependen en gran medida del estado de ánimo de los jugadores. También tiene una especial relevancia el aspecto físico, y es que tener resistencia y una buena caja te garantizan poder ejecutar con el cuerpo lo que te pide la mente. Por otro lado, un entrenador que ve la luz al final del túnel y que va a recibir varios regalos navideños acude con aires renovados a dirigir a los suyos.
La Peña Deportiva ha conseguido en los últimos días al menos dos de esos tres requerimientos para ser un conjunto en condiciones dentro de la Segunda B.
La victoria ante el Atlétic Balears el pasado domingo supuso la ruptura de una racha de cuatro derrotas consecutivas y de una dinámica negativa. Hasta que llegue el parón navideño, el bloque de Luis Elcacho debe afrontar dos nuevas finales; una de ellas harto complicada. La semana que viene la Peña se desplaza a Villarreal para medirse a un líder de esos que asustan. Un auténtico equipazo que, si no ocurre una auténtica debacle, consumará el título liguero con muchas jornadas de antelación al fin del campeonato. Y para acabar el año, el plantel de Santa Eulària recibe en casa al Denia de Carlos Simón en lo que será el reencuentro del técnico con un club del que no salió muy bien parado. Una victoria sería el broche perfecto para una primera parte del campeonato que no acabaría en desastre.
Sobre el tono físico del equipo hay diversidad de opiniones. Pero, de forma genérica, podría concluirse que hay muchas cosas por mejorar en ese aspecto.
Y en el tercer condicionante hay muchas esperanzas de éxito. Luis Elcacho recibirá la noche de Reyes tres o cuatro regalos en forma de incorporaciones. Un delantero, un jugador de banda izquierda, un centrocampista polivalente y, quizá, otro refuerzo para la zaga. El técnico ilerdense ya tiene a su nuevo lateral derecho, el ex valencianista José Miguel Ruiz, un futbolista con mucha proyección y con tan solo 18 años que tendrá ficha en enero.
La Peña brinda por una dulce Navidad. Habrá que esperar a enero para saber si, finalmente, a nadie se le atragantan los turrones.
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