Nacho Jara, que sigue sin acertar en la portería rival, se zafa de Héctor Perña, en una jugada de la primera parte. Foto: GERMÁN G. LAMA

Rubén J. Palomo SANTA EULÀRIA

Un final de auténtico infarto. Un resultado sorprendente. Una victoria más que necesaria para una Peña Deportiva que comenzaba a agonizar. Y de esa misma forma, agonizando, logró ayer ante el Ontinyent su primera victoria en las seis últimas jornadas. Los hombres de Luis Elcacho defendieron con uñas y dientes la mínima renta con la que contaban y, aliados con la diosa Fortuna, consiguieron un meritorio triunfo ante un equipo, el levantino, que sólo saltó al césped en la segunda mitad.

Demasiado tarde, debió pensar su técnico, Toni Aparicio, que también reaccionó tras el descanso modificando un esquema y una alineación que parecía haber anestesiado a su equipo. La Peña, por tanto, salió mejor plantada en el pitido inicial, concienciada de que había que resurgir y que eso pasaba por presionar arriba y buscar la velocidad de un eléctrico Adrián Ramos.

El joven delantero tuvo en sus botas las dos primeras ocasiones de peligro, la primera en el minuto 3 tras ganar por velocidad al último hombre y la segunda en el 6, repitiendo escena y errando ante el meta Rangel. Tras ese mismo córner, botado por Ondina, peinó de cabeza Buti enviando fuera el cuero. Era una salida en tromba de la Peña, que merecía un premio inmediato. En el 9' pudo llegar. Nacho Jara controló orientando el balón dentro del área y Gonzalo cortó la jugada con la mano. El penalti lo lanzó Ondina pero Rangel detuvo con una gran estirada.

La suerte comenzaba siéndole esquiva a los deportivistas, pero el trabajo acabó dando sus frutos y en el minuto 22 Adrián estableció el 1-0. Y de qué mejor forma para un entrenador que con una jugada de estrategia. Un saque de esquina en el que los atacantes arrastran al primer palo, y en el segundo recibe por raso el balón un jugador para empujarlo sin oposición.

El Ontinyent no parecía tener capacidad de respuesta, al menos en la primera mitad. Rojas, que había sustituido a Máyor por lesión y Manrique, un excelente media punta que ocupó el lugar de un desaparecido Brines, le dieron a su equipo las ideas y los medios que requería para atacar. La Peña, por contra, saltó en la segunda mitad atemorizada, desoxigenada y con un resorte en el pie que les obligaba a dar un 'punta pie' cada vez que se acercaba el balón.

De esta forma comenzó el asedio del bloque valenciano al área de Rivas, sobre todo en balones aéreos colgados desde las bandas por Dieguito y Fuentes, que superaron siempre a Neftalí y Fonsi, sus marcadores. El delantero Rojas y el central Raúl Muñoz, a balón parado, tuvieron en su testa el empate hasta en cuatro ocasiones. En dos de ellas (75' y 82'), el esférico se estrelló en la escuadra y en la primera el portero Rivas evitó el empate despejando el rechace en la línea de gol.

La grada suspiraba. El gol del Ontinyent parecía próximo. Un zurdazo de Fuentes ya había besado el poste izquierdo en el 61', por lo que la fortuna se había posicionado claramente del lado de la Peña, que cada vez se encerraba más en su campo. La entrada de Tino y del debutante Toni Ramírez dieron una bocanada de aire fresco a un equipo que parecía rendido. En una contra sin aparente peligro, el valenciano recogió por sorpresa un balón a la espalda de la defensa y con una milimétrica vaselina estableció el 2-0.

La tranquilidad fue efímera. A los 30 segundos el Ontinyent ya había provocado un córner, y Raúl Muñoz aprovechó el barullo para empujar el cuero y reducir diferencias. En el 90', Dieguito dispuso de una falta sobre la frontal que no supo materializar y, para alegría de los locales, el tiempo expiró. Tres puntos y escalada a la zona tranquila de la tabla. Menos mal.