Los ocho atletas clasificados para la final estaban preparados a
la hora prefijada, 18'15 horas, para disputar la prueba. En medio
del concurso de altura y en el impás entre los concursos de triple
salto femenino (bronce para Carlota Castrejana) y longitud
masculina (oro para Joan Lino Martínez), los jueces se dispusieron
a dar la salida a la final de 60 vallas. La primera fue nula, obra
del alemán Blaschek. Los nervios empezaban a acumularse entre los
participantes y, también, entre el público, pendiente una vez más
de una prueba en la que figuraba un español. La segunda volvía a
ser nula y esta vez uno de los ocho debía irse a la calle. Fue
adjudicada al austríaco Elmar Lichtenegger, con un tiempo de
reacción ilegal. Dispuestos ya a dar la salida por tercera vez,
atletas, público y jueces acumulaban más nerviosismo y expectación.
De nuevo salida nula y un gran ¡oh! inundó el pabellón mientras la
tensión crecía para conocer quien sería el segundo descalificado. A
todo esto, el francés Doucouré pedía calma entre sus compañeros de
final. La salida nula fue adjudicada al letón Stanislav Olijar, con
lo que la final se quedaba sin dos de los favoritos al triunfo y
con tan sólo seis atletas.
La cuarta salida, con los nervios a flor de piel en todo el
mundo, volvió a ser nula y en esta ocasión obra del francés
Sebastién Denis. Así la final se quedaba con sólo cinco corredores
y una tensión enorme acumulada en todos ellos. Al fin, la quinta
fue la buena, con un Felipe Vivancos saliendo de forma
espectacular. Primero junto al francés Doucouré en la primera
valla, el galo mostró una elocuente expresión de asombro y
sobresalto. «Se ha quedado blanco, comentaba el vallista ibicenco
al término de la prueba con su habitual lenguaje gráfico. Sobre las
vallas Vivancos iba muy fino, con la misma intensidad que desplegó
en el Memorial Cagigal, el día que igualó el récord de Moracho con
7"60. Todo fue bien, aunque el francés empezaba ya a escaparse,
hasta que el ibicenco tropezó con el cuarto obstáculo, frenándole
lo suficiente para evitar que cayera la plusmarca más vieja de
atletismo español. Entrando en la zona lisa y la línea de meta
Vivancos echó el resto y en la rampa posterior a la llegada sus
gestos eran elocuentes. Sabía que había conseguido una medalla.
Tras bajar de la rampa, agitando los puños cerrados, se acercó a su
entrenador, Luis Miguel Calderón, al que abrazó efusivamente.
Después la lógica alegría y a atención a los fotógrafos. Tras él,
tercero, entró el sueco Kronberg, con 7"65, mientras que Phillip
Nossmy, también sueco, era cuarto con el mismo tiempo y el alemán
Blaschek, quinto.
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