Armstrong devora, no se ha fijado ningún límite y su ambición y
poderío le permite recrearse con sus éxitos. En Le Plateau de
Beille y Villard de Lans se impuso al esprint, en Alpe d'Huez en
solitario contra el reloj y el estorbo del público y en Le Grand
Bornand aplicó elevadas dosis de rabia para imponerse de nuevo por
velocidad a un grupo de cinco, al estilo Petacchi, ante el alemán
Andreas Klöden.
Armstrong le ganó sobre la línea y alzó los brazos con un tiempo
de 6:11.52, el mismo para ambos, y además se llevó los 20 segundos
de bonificación, que le supieron muy ricos teniendo en cuanta que
Iván Basso, su delfín, pasó cuarto a 1 segundo, lo mismo que Jan
Ullrich, que fue tercero en el duelo a toda máquina entre la alta
jerarquía del pelotón.
Carlos Sastre fue el mejor español, octavo a 1:02 y luchó por
todo con escasa suerte. Oscar Pereiro y Mancebo cruzaron la línea a
2:05. Antes de tomar la salida se conoció el abandono del vencedor
de la Vuelta, Roberto Heras, quien se marchó a España sin conocer
las razones de su rendimiento.
La general siguió con Armstrong, Basso y Klöden en el podio
provisional. El italiano del CSC a 4:09 y el alemán del T-Mobile a
5:11. Ullrich es cuarto a 8:08 y Mancebo sexto a 11:45 ya ve con
prismáticos el «cajón».
Fue una jornada de ilustres, eso sí con resultados diferentes.
Para empezar fue el italiano Gilberto Simoni, doble vencedor del
Giro, quien tomó la iniciativa apenas efectuado el banderazo de
salida. Se llevó a sus compatriotas Simeoni, Bartoli, al alemán
Aldag y al francés Martin. «Gibo» coronó en cabeza el Glandon, cuya
cumbre estaba a 36 kilómetros de la salida.
En el siguiente puerto, el Col de Tamié, de tercera, Virenque
acelera y solo resisten Simoni y Moreau, aun que este sufriendo lo
suyo. Juntos rodaron con una ventaja de 3 minutos hasta el Col de
Forclaz (1a), donde Virenque intentó sin éxito dejar plantado a
Simoni.
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