El atletismo español alcanzó el mayor éxito de su historia en los Europeos de Múnich: pulverizó el récord de medallas (15), tuvo a seis campeones, abrió la gama de podios y consolidó el ascenso de la rama femenina, muy deprimida hace pocos años con relación a los hombres. Rusia y Gran Bretaña, grandes potencias del atletismo mundial, han visto con sorpresa como amenazaba sus posiciones hegemónicas un equipo que, descontadas algunas pruebas de medio fondo y fondo, acostumbraba a surtir de comparsas las primeras rondas y las fases de calificación.
En Múnich España se ha permitido el lujo de ganar una medalla de plata incluso en velocidad, aunque cuando en la distancia más larga, en 400. David Canal se batió con los mejores de Europa y sólo cedió ante el alemán Ingo Schultz. Rusia vive desde hace algunos años de su atletismo femenino. De siete medallas de oro, seis se las proporcionaron las mujeres; de nueve platas, cinco, y de ocho bronces, siete.
El equipo ruso logró en total 24 metales; 18 de ellos tuvieron procedencia femenina. España presenta la cara opuesta. Doce de sus quince medallas las ganaron hombres, si bien dos de las tres femeninas fueron de oro (Marta Domínguez en 5.000 y Glory Alozie en 100 metros vallas). La distancia entre el equipo masculino y el femenino se va acortando a medida que algunas atletas se atreven a dar el paso hacia el profesionalismo, como la vallisoletana Mayte Martínez. El atletismo español continúa teniendo graves carencias. La velocidad pura (100 y 200) no tiene un nivel presentable en la sociedad internacional; algunos saltos atraviesan una grave crisis (altura y triple en hombres) y en jabalina y martillo es notable la distancia con los mejores de Europa. Pero España ya ha encontrado dos lanzadores de talla mundial (Manuel Martínez y Mario Pestano).
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