0 FRANCIA: Barthez; Lizarazu, Desailly, Leboeuf, Thuram; Petit, Vieira, Djorkaeff, Wiltord, Henry y Trezeguet.
Cambios: Cissé por Wiltord y Dugarry por Djorkaeff.
1 SENEGAL: Sylva; Coly, A. Cissé, Diatta, Daf; Diao, Bouba Diop, N´Diaye, Papa Diop; Fadiga y Diouf.
Àrbitro: Ali Bujsaim (EAU). Mostró cartulina amarilla a Petit, por Francia, y a Cissé por Senegal.
Goles:
0-1, minuto 29: Bouba Diop.

Luis Miguel López - SEÚL
La selección francesa de fútbol cayó derrotada ante Senegal (0-1) en el partido inaugural del Mundial 2002, en el que los actuales campeones del mundo echaron de menos a su estrella Zinedine Zidane, ausente por lesión, y se vieron sorprendidos por el conjunto africano. Francia cayó derrotada contra Senegal, víctima del síndrome de los partidos inaugurales, el mismo que afectó a Argentina en 1990 contra Camerún. Una derrota que agranda el mito de la dependencia de los «bleus» de Zidane y pone un bache en el camino de los franceses para renovar su título.

Durante la semana los internacionales habían prometido ganar para dejar tiempo para que «Zizou» se recuperara, pero no hicieron los deberes. El seleccionador, Roger Lemerre, no sorprendió a nadie con la alineación titular. Yuri Djorkaeff sustituyó a Zidane y el resto del equipo es el ya conocido, con Thierry Henry tirado a la banda izquierda y Trezeguet como único punta. Enfrente, una selección de atletas, de hombres con un gran poderío físico que presionaron en todo el campo, que estuvieron encima de los franceses y que fiaron su ataque a la habilidad de dos hombres, El Hadj Diouf y Jalilou Fadiga, dos futbolistas de gran potencia y refinada técnica.

A ellos dos solitos, porque Senegal no tiene mucho más, les valió para sacarle las vergüenzas a una defensa que se precia de ser una de las mejores del mundo. A una zaga que asombró al mundo por una solidez a prueba de bombas y que saltó por los aíres con dos jugadas plenas de talento, de fuerza y de calidad, con dos golpes que explosionaron el fortín francés. Si hace unos meses la defensa francesa era un ejemplo de eficacia, ahora parece estar lenta, cansada, usada, unos defectos que se notan más en Frank Leboeuf, que siempre fue más limitado, pero cuya honda expansiva afecta al incorruptible Marcel Desailly, que ayer no pareció ser el que era. El partido empezó espeso, siguiendo un guión preestablecido. Senegal pegajosa. Francia con problemas para sacar el balón, sin conexión entre un centro del campo, pensado para destruir, y una delantera aislada, con Djorkaeff ausente, sin bandas ni imaginación, con todo el mundo mirando al banquillo donde, lesionado, estaba Zidane.

Sólo con balones largos, surgidos de los pies de los defensas, Trezeguet y Henry pudieron crear peligro. En el minuto 29, una buena jugada de Diouf por la banda izquierda, Lebouf se tiró demasiado rápido al suelo y fue superado por el delantero africano, que dio un pase de la muerte que Petit estrelló en el cuerpo del guardameta Barthez y Bouba Diop, solo, envió a las mallas. Sorpresa general. Incredulidad. A pesar de que quedaba mucho tiempo para el descanso, los «bleus» no fueron capaces de inquietar la portería de Senegal más que en jugadas a balón parado o disparos lejanos, pocos recursos para una campeona del mundo que aspira a renovar el título.