Michael Johnson se ha propuesto disfrutar de unos Juegos
tranquilos por primera vez en su vida. La lesión que sufrió en la
prueba de 200 metros en los «trials» (pruebas de selección
olímpica) de Sacramento le ahorraron el trago de enfrentarse aquí a
Maurice Greene, que también pensaba doblar y que, como el texano,
acabó lesionado en los campeonatos nacionales. El plusmarquista
mundial de 100 metros (9.79) ha encontrado una fórmula infalible
para llamar la atención: desafiar a Michael Johnson en la distancia
en que ambos confluyen, los 200 metros, cuyo récord mundial
pertenece a éste último.
Greene llamó la atención en el estadio con su acostumbrado
braceo en dirección al público, después de ganar su serie en 10.31.
Johnson, con seriedad de esfinge, se limitó a gastar el primero de
los diez pares de zapatillas con oro de 24 quilates que su
patrocinador fabricó exclusivamente para él y para estos
Juegos.
El trinitense Ato Boldon, amigo y compañero de entrenamientos de
Greene, perdió brillo durante el último año. No estuvo en los
Mundiales de Sevilla por lesión y en su regreso no acaba de
alcanzar el nivel de años anteriores. Su truco para atraer miradas,
a falta de buenos registros -ayer hizo un estimable 10.04-,
consiste en lucir gafas de diseño futurista aun cuando fuere noche
profunda. Ayer lució unas lentes panorámicas de ribetes rojos que
para los fotógrafos dan mucho juego. Reflejan, a ambos lados de sus
narices, la monumentalidad del estadio de Sydney y en tales casos
siempre hay una cámara presta a captar el bello reflejo.
Marion Jones, el quíntuple sueño dorado, fue la última estrella
en comparecer por la mañana. El pelo recogido en una coleta, una
cadena de oro en torno a su cuello y pendientes del mismo metal
enmarcaban su amable rostro, imperturbable en pleno esfuerzo.
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