La atleta australiana Cathy Freeman fue la encargada de encender el pebetero.

PAUL HOLMES (SYDNEY)
Con un clamoroso grito de la típica expresión australiana «G'Day» (¡Hola!), Sydney dio el viernes la bienvenida al mundo en los últimos Juegos Olímpicos del siglo XX. Durante una exhuberante ceremonia inaugural, 110.000 espectadores entonaron el tradicional canto de «Waltzing Matilda» y después estallaron con un saludo al unísono en el Estadio Australia.

La ceremonia, una espectacular mezcla de tecnología y tradición, celebró la historia del país desde los primeros aborígenes hace 40.000 años a la mezcla multicultural de la Australia de hoy. Los acróbatas flotaron en el aire suspendidos de cables a gran altitud, los devoradores de fuego iluminaron la noche y un ejército de bailarines hizo vibrar al que es considerado como el mayor estadio deportivo al aire libre del mundo. Ocho conductores fueron necesarios para coordinar una banda musical de 2.000 artistas de 20 países.

La ceremonia de tres horas, en una fría noche primaveral, representó la oportunidad perfecta para que Australia mostrara al mundo su diversa cultura y extroversión ante el mundo. Con la inauguración se dio inicio a 17 días de competencias qye serán vistas por casi toda persona en el planeta con acceso a una televisión: una impresionante cifra de 3.700 millones.

El espectáculo, que incluyó la participación de 12.500 personas en escena, comenzó cuando un jinete solitario galopó hacia el estadio haciendo sonar su látigo. Entre los acordes de la música de la película «Man From Snowy River», otros 120 jinetes hicieron su aparición con las tradicionales chaquetas australianas y sombreros de ala pegada. Con perfecta precisión trazaron los famosos cinco aros del movimiento olímpico antes que una gran manta proclamando «G'Day!» (Buenos Días) flotara hasta el centro del estadio. Después el mundo fue volteado de revés. Fue una ceremonia escalofriante que culminó Kathy Freeman.